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MIGUEL URIBE TURBAY
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La desinformación y el atentado contra Miguel Uribe

La desinformación sobre el atentado contra el senador no solo ha sido propagada por ciudadanos que hoy se sienten productores de contenido, sino también por medios de comunicación

Una bandera de Colombia y un retrato de Miguel Uribe en su asiento en el Senado, el lunes pasado.
Catalina Oquendo

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La frase más usual esta semana en Colombia es “volvimos al pasado”. En realidad, el atentado contra el precandidato Miguel Uribe Turbay, a manos de un menor de edad, lo que deja en evidencia es el bucle infinito en el que vivimos: un muchacho que siente que su vida y la de otros no vale nada y mata por plata. Una víctima del narcotráfico, como Uribe Turbay, que era un niño cuando sufrió el secuestro y asesinato de su madre por Pablo Escobar y ahora lucha por su vida.

El presente incluso puede ser más complejo. Quienes recordamos los magnicidios de hace tres décadas nos enterábamos por la televisión, por la radio, por los diarios, los comentarios de los adultos de la casa. Las teorías, las dudas, se quedaban en la sala. Hoy no solo vuela la información, también los rumores. Y aunque mucha gente cree que hablar en redes sociales es lo mismo que hacerlo en la casa o con los amigos, esos comentarios, las acusaciones sin pruebas, tienen una enorme capacidad de viajar o viralizarse, según el verbo de estos tiempos, y hacer daño. Esta semana, en medio de la conmoción, ciudadanos del común e incluso medios de comunicación entraron en esa espiral peligrosa de desinformación.

Apenas unas cuatro horas después del atentado, y cuando aún los medios intentaban entender lo que había ocurrido, en una página de Facebook llamada “Veteranos de la fuerza pública”, ya circulaba la foto del joven, con los datos de todos sus familiares y la dirección de su casa. Aunque es un caso diferente y, es claro que este joven disparó al candidato como pudo ver el mundo entero, recuerda el de un hombre iraní asesinado en Bristol después de que vecinos propagaran en redes sociales que era un pedófilo y la dirección de su casa.

Más tarde, porque esa fue una noche larga -y sigue siendo para los colombianos-, el exalcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, con dos millones de seguidores solo en X, (lo recalco porque eso debería redundar en mayor responsabilidad) difundió un video donde señalaba a una mujer como cómplice del atacante. En el video, que seguro hemos visto todos, aparece ella, hablando con el joven unos minutos antes del ataque. La imagen (que ya quitó de su X sin advertir que era una irresponsabilidad) habría sido creada con ChatGPT y mostraba el rostro de una mujer junto a joven que disparó a Miguel Uribe. Ambos se ven diferentes, mayores que en el video original, lo cual sirvió a cuentas de extrema derecha para decir que el muchacho no es menor de edad. En X, el Hyperconectado hizo un análisis detallado de la imagen que se puede ver en este link.

La imagen distorsionada y el video señalaban directamente a la mujer, quien se presentó voluntariamente ante las autoridades y asegura que no está vinculada al atentado. También circuló una imagen de un joven que no se parecía siquiera al atacante y que fue puesto en la picota pública por error. Su familia ha pedido que desmonten la imagen, pero sigue circulando.

Ni Peñalosa ni los que han entrado en “el juego de ser detectives”, como decía en redes la periodista y escritora Adriana Villegas, repararon en que alguien enfurecido podría linchar o atacar a esa señora o a alguna parecida. De hecho, algunos s de redes comenzaron a mostrar una imagen en campaña de una edil junto a Miguel Uribe y triunfantes escribían “aparecieron las llaves”. Con el paso de las horas, varias cuentas han señalado que la información sobre la edil era errada. El daño está hecho. La lideresa local ha denunciado amenazas contra su vida.

La desinformación sobre el atentado no solo ha sido propagada por ciudadanos que hoy se sienten productores de contenido, sino también por medios de comunicación. Uno de los ejemplos más claros fue la publicación de una captura de pantalla que se tituló “Chat del atentado”, en el que supuestamente hablaba el joven atacante. La Unidad Investigativa de Caracol Radio, que publicó el trino, itió más tarde que el chat correspondía al de un hurto en otra ciudad.

Caso aparte son los influencers. Tanto aquellos que, recién ocurrió el crimen, se lanzaron a decir que fue “un autoatentado” sin tener ninguna prueba de ello ni humanidad; o, de otro lado, los que han culpado sin pruebas al presidente Gustavo Petro de ordenar el atentado. Ni hablar de los datos sin pruebas que han difundido candidatos como Vicky Dávila y Daniel Quintero, acerca de los posibles autores intelectuales del atentado. Su responsabilidad, por ser políticos, es aún mayor.

Todo esto ha pasado apenas entre el sábado y hoy. Y parece seguir escalando. Navegar en TikTok, X o Facebook –quién sabe qué ocurre en grupos cerrados de Whatsapp o Telegram- intentando separar la basura de lo real es una tarea agotadora y no todos los ciudadanos vuelven- ni quieren volver- a la información verificada. Es más, el algoritmo que hoy se ceba en videos violentos, emocionales o indignantes y nos pone automáticamente en “Para ti”, aún da un buen lugar a la información errónea que alimenta el incendio. Información sesgada, malinterpretada o directamente falsa que, como Colombia, se nos presenta como un bucle infinito.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Periodista de la edición América de EL PAÍS. Comunicadora y Magister en Relaciones Internacionales. Ha recibido el Premio Nacional Simón Bolívar 2024 en crónica; y el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Colombia, edita Lideresas de Latinoamérica y escribe la Newsletter de Colombia.
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