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En colaboración conCAF

“No podemos crear un futuro mejor sin imaginarlo”: los días soñados de las lideresas de América Latina

Un proyecto de microrrelatos reúne 30 cuentos sobre un mundo sin calentamiento global ni brecha de género

Ilustración del proyecto de microrrelatos.
Noor Mahtani

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Antes de que la conocieran como la sirena del hielo, mucho antes de que ganara tres premios Guinness y se convirtiera en la primera persona sudamericana en completar el desafío de natación Oceans’7, cuando era apenas una niña, Bárbara Hernández Huerta planeaba cómo sería ir al mar y, mientras paseaba por los cerros “pelones” de Santiago de Chile, de donde es oriunda, imaginaba que toda la basura que iba encontrando eran en realidad flores coloridas y hojas secas donde se escondían animalitos. Esa misma imaginación con la que divisaba el mar al otro lado de la cordillera o la vegetación donde no la había la usó para escribir uno de los 30 microrrelatos de activistas, campesinas y políticas de América Latina y el Caribe que describen un futuro en el que la crisis climática se conjuga en pasado.

Cuando le propusieron a Hernández participar en esta iniciativa, sabía perfectamente cuál sería el escenario de la narración: el glaciar de San Rafael, uno de los mayores de los Campos de Hielo Norte, ubicado en la Patagonia chilena, y donde su madre siempre quiso ir. “Fue de mis primeros glaciares y haber llevado a mi mamá varias veces hizo que se convirtiera en un lugar muy familiar, muy nuestro. Este rincón cuenta mi historia”, explica por videollamada esta nadadora extrema. Oriana Mendoza lo vislumbró entre manglares en Cartagena, Colombia; Isaura Manzo Alfaro construyó un mundo donde no se enseñan roles de género en las escuelas de Guatemala y la brasileña Thaiane Maciel deseó un planeta en el que la norma fuera el reciclaje y el trueque.

Bárbara es conocida por sus logros en natación de aguas gélidas y ultramaratones acuáticos.

Cantantes, escaladoras, ministras o activistas... El futuro que todas desean es muy similar. El proyecto, financiado por Oxfam, unió las voces de 30 mujeres de 17 países del continente. “No podemos crear un futuro mejor si no podemos imaginarlo”, resume Nasha Cuvelier, cofundadora de Sustentabilidad Sin Fronteras, una ONG encargada del proyecto. “Actualmente, las predicciones científicas pueden resultar en mucha ansiedad y hasta incluso alejar a algunas personas de la conversación cuando lo que más necesitamos son comunidades comprometidas y activas. Es por esto que con el proyecto Un Buen Día, la invitación es a imaginar con los pies en la tierra y las manos en el corazón”, añade. Cada semana, se publicará aquí una de estas 30 microficciones para invitar a la reflexión y al debate sobre el futuro.

En San Rafael, Hernández entrenó antes de visitar la Antártica, donde ha visto cómo los bloques de hielo se reducen “por kilómetros, no por metros” y donde las focas leopardo velan a sus crías muertas por el deshielo. “Las crías necesitan un bloque de hielo firme donde permanecer, mientras las mamás las alimentan. Ya después, empiezan a nadar. Pero como el hielo se está derritiendo más rápido, no aguantan y mueren ahogadas. Ver eso año tras año me parte el alma”, reconoce emocionada. “Para mí, es como si se fueran muriendo amigas que viven lejos, es horrible”.

Por eso, en su relato futurista, Gracias al hielo. Acuerdo entre países para cuidar la Antártica; el regreso de la fauna y el color de los glaciares, las focas leopardo nadan por montones. “Una familia inmensa, una verdadera colonia. Me emociono hasta las lágrimas porque recuerdo bien cuando eran once y las teníamos monitoreadas”, se lee en el cuento. “No somos conscientes de lo que de verdad implica esta crisis climática. Todo lo que consumimos lo encuentro en el mar. Es así”, zanja. La nadadora ha utilizado su voz para hacer activismo ambiental. “A mí lo que de verdad me importa es que más mujeres se atrevan y que, en unos años, puedan seguir irando la naturaleza que tengo el privilegio de ver yo ahora. Que no terminemos con este planeta”.

Ilustración del proyecto de microrrelatos.

A Oriana Mendoza también se le revuelve el estómago al descubrir el fondo marino cartagenero cada vez más emblanquecido. Así, en su Carta desde el mar. Conviviendo con corales, mantarrayas y tortugas, vuelve a cruzarse con animales que en algún momento nadaron en sus costas y ya prácticamente no. Como los caballitos de mar. “¿O me crees si te digo que vi, no uno, sino como doscientos ochenta y cinco mil caballitos de mar? Los vi con mis ojitos. Sé que me emociono y no exagero cuando te digo que después de nadar un poco vi como un ballet de teatro azul...“, recoge en su texto. La única vez que los ha visto en la vida real, cuenta, fue en un viaje a Egipto. ”Siento mucha tristeza de pensar que tenemos que irnos tan lejos para ver algo que era parte de nuestros ecosistemas. Me hace querer alzar más la voz...“, dice mediante una videollamada la cofundadora de Busca Mar, una escuela de buceo sostenible.

Esa voluntad se transformó en activismo y desde hace un lustro se dedica a apoyar a la comunidad de Puerto Colombia, cerca de Barranquilla, para limpiar las playas, concienciar a la niñez y usar el arte para que la sociedad entienda que “somos parte de la naturaleza”. En el municipio en el que habita, el turismo masivo es uno de los principales factores por el que los ecosistemas están tan afectados: “Tenemos un coral enfermo, en crisis”, lamenta. “Pero aunque sé que no puedo cambiar sola el mundo, sé que no soy la única gotita, que una y otra y otra hacen un río”, explica.

¿Por qué mujeres autoras? Para Cuvelier, la razón es contundente: “Las mujeres y las niñas son las principales perjudicadas por el cambio climático, principalmente, porque son la mayor cantidad de personas en situación de pobreza. Pero, por otra parte, pueden ser las mejores agentes del cambio y ya están impulsando soluciones”.

Hernández sigue trabajando en ello incansable. En reuniones en la Cámara de Diputados de Chile, en entrevistas con medios internacionales y en el trabajo directo con las comunidades. Mendoza está preparando un nuevo proyecto artístico con el que seguir implicando a los más jóvenes en la conservación y el arraigo al territorio. “Yo no quiero irme de mi tierra, por eso estamos levantando la voz”, añade. Para esta treintena de mujeres, el futuro que quieren y que describieron en un papel, toca hacerlo realidad.

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