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Luz de gas en la oficina: la estrategia más cruel de un mal jefe para minar a un buen empleado

Esta ominosa forma de maltrato psicológico empieza por confundir a la víctima y, si no se detecta a tiempo, puede llegar hasta a hacerle dudar de su cordura

Las mujeres suelen sufrir más este tipo de situaciones, advierte el psicólogo laboral Sergio Edú.

Si has visto la película Luz de Gas, difícilmente habrás borrado de tu mente la imagen de una Ingrid Bergman consumida, con la mirada fija en las lámparas de gas de su casa, que disminuyen de intensidad a su paso. Con los nervios rotos, Bella (su personaje en la ficción) trata de explicarse el fenómeno mientras su marido le hace creer que brillan con la intensidad de siempre. La cinta, basada en una obra teatral de idéntico título, dio nombre a una de las formas de abuso psicológico más dañinas: presentar información falsa para lograr que la víctima dude de sí misma, de su memoria y hasta de su cordura. Y persiste en algunos centros de trabajo.

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María la sufrió durante casi una década que pasó trabajando de secretaria en una agencia de comunicación. Prefiere no revelar su apellido porque aún teme al jefe que la llevó a dudar de sí misma. Y no es tanto por dolor —ya han pasado varios años y la herida ha cicatrizado— sino porque los recuerdos se han desdibujado en su memoria: “Supongo que para que dejaran de hacerme daño”. Para este reportaje desempolva una lista en la que durante años fue apuntando algunas de las prácticas abusivas que sufrió, con la esperanza de que otras personas puedan ponerle nombre a la situación que viven en el trabajo y rompan el círculo vicioso que crea.

Una de sus labores principales —recuerda María— era hacer los presupuestos, una tarea que desempeñó durante años siguiendo las pautas que le había marcado su jefe. “De pronto un día me dijo que cómo lo hacía así, que eso no era lo que me había pedido y que ya debía saber que esa no era la forma correcta”, dice, aún con un deje de asombro incrédulo en la voz. Es precisamente lo que provoca la luz de gas: al principio, las víctimas se sienten descolocadas y empiezan a dudar de si lo que les dicen es cierto o no, de si realmente están haciendo mal aquello por lo que se las señala.

“Se trata de una de las formas más sutiles de acoso laboral, no es lo mismo un abuso directo y manifiesto por el que te insultan directamente a esta fórmula, cuyo propósito es que la víctima empiece a dudar. Cuando esto sucede, cuando la víctima duda, es cuando empieza a producirse el daño y la agresión”, explica Sergio Edú Valsania, psicólogo laboral y coordinador del Máster Oficial ‘Online’ en Dirección y Gestión de Personas de la Escuela de Negocios y Dirección. Edú también apunta que hay veces que el agresor alaba a su víctima en público y despliega sus ominosas tácticas en privado. Así no hay testigos, y al desconcierto se le suma el desamparo.

Introvertidos, con baja autoestima e inseguridad: el blanco perfecto

Es curioso cómo te atrapa la espiral que crea la luz de gas. En el caso de María, por ejemplo, su jefe se deshacía en elogios hacia ella durante los primeros momentos de su relación laboral, piropos públicos y privados que la dejaron aún más a la intemperie cuando su patrón comenzó a mostrar otra cara. “Al principio todo era maravilloso conmigo, recuerdo que me llamaba ‘súper María’… Pero luego de pronto empezó a tirar por tierra mi trabajo”, cuenta en un discurso aún manchado con la frustración y la confusión de aquellos momentos. “Me pedía que llamara a clientes de la agencia y yo lo hacía, les llamaba, pero si no conseguía ar con ellos me decía que no había llamado, me lo negaba”. Insistía en que las lámparas brillaban como siempre.

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Quizá este trato te suene… y no necesariamente de parte de un superior; también se le puede hacer luz de gas a un compañero. Aunque las motivaciones son bien distintas. “Un jefe puede intentar minar la confianza de aquellos colaboradores que no le siguen su argumento o que de algún modo pueden hacerle sombra. Muchas veces en un departamento una persona ocupa la jefatura, pero las verdaderamente brillantes son los colaboradores y, ante una situación así, algunos jefes pueden utilizar esta estrategia”, argumenta Edú. Si el acoso se da entre compañeros —explica— puede deberse a una situación de escasez de recursos, como sucede en los escenarios en los que hay un solo puesto por el que compiten varios empleados: “En ese caso, uno puede practicar luz de gas a sus colegas para quedar por encima de ellos anulándoles”.

¿Y en cuanto a las víctimas? ¿Hay una especie de blanco perfecto para esta forma de abuso? El psicólogo laboral no tiene ninguna duda de que así es. Su retrato robot es el de personas que tienen una fuerte necesidad de agradar a los demás y que prefieren no rebelarse aunque sean protagonistas, o testigos, de situaciones injustas; también aquellas con baja autoestima y poca seguridad en sí mismas, además de una escasa capacidad asertiva; y las que suelen, además, carecer de una red de os y son introvertidas. “Son personas que a lo mejor también han sido víctimas en otro momento de agresiones, con lo cual cada vez se sienten más chiquititas”, añade el experto. El buen cazador sabe elegir a sus presas.

Por el contrario, los empleados a los que más difícilmente se les someterá mediante esta técnica son aquellos que cuentan con una buena autoestima, tienen confianza en sí mismos y cuentan con una buena red de apoyo. “Desde un punto de vista estadístico, las personas de género masculino suelen ser más agresores que víctimas y, en el otro lado, el género femenino suele sufrir más este tipo de situaciones, al igual que en la violencia de género”, explica el terapeuta.

¿Y si en realidad son imaginaciones?

Los efectos de esta relación son devastadores para aquellos que, como Bergman en la película, ya dudan de si la luz verdaderamente se ha atenuado o es que están teniendo visiones. Los resultados se producen en tres niveles, según explica el especialista: en la esfera física y fisiológica la víctima puede sufrir fuertes dolores de cabeza, tensión y malestar general; en el plano psicológico, este tipo de abuso mantenido en el tiempo puede desembocar en depresiones y dificultad de tomar decisiones; a nivel conductual, la luz de gas puede provocar un aumento del absentismo laboral.

“Yo acabé muy mal. Un día mi jefe me pidió una tarea menor y no la sabía hacer de lo anulada que estaba. Fue salir él por la puerta y me eché a llorar… ya estaba rota. Fui al médico, me derivó al psiquiatra, y me acuerdo de que yendo hacia allá en coche no supe llegar de lo bloqueada que estaba. Sentía que no era nadie”, relata María, que después de ponerse en manos de profesionales se recuperó y se incorporó de nuevo al trabajo. Esta vez fue en una editorial donde pudo desarrollarse profesionalmente sin ninguna traba, y manteniendo una gran relación con sus compañeros y superiores.

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"Hola, jefe. Estoy de cañas. ¿Quiere dejar de mandarme 'mails'"> window._taboola = window._taboola || []; _taboola.push({mode:'thumbs-feed-01',container:'taboola-below-article-thumbnails',placement:'Below Article Thumbnails',target_type:'mix'});
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