Rels B: cómo un rapero mallorquín transformó su vida para convertirse en un ídolo de masas en México
El músico, que representa la nueva forma de trabajar de las estrellas del pop, actúa ante 65.000 personas de pago en la capital mexicana. El concierto culmina el ascenso de un chico que se fue de casa a los 15 años para trabajar de albañil

Al terminar la primera canción, Rels B se acuclilló en la pasarela que salía del enorme escenario. Miró al frente para disfrutar de una masa de 65.000 jóvenes aturdidos y alborotados por ver a su ídolo. Inclinó hacía abajo la cabeza y se puso la mano en la frente a modo de visera, tapando sus emociones. Entonces, Rels B se convirtió en Danielito Heredia, ese chaval de Palma de Mallorca que a los 15 años se marchó de casa para escapar de un ambiente machista irrespirable; buscó un trabajo de albañil y a los pocos meses consiguió sacar de esa vivienda violenta a su madre. María, la mamá, observó desde la grada cómo su hijo se enderezó y trató de contener el llanto mientras los miles de seguidores bramaban. Antes de reanudar el concierto, el cantante gritó: “Mamá, lo conseguimos. Te quiero”.
El Foro Sol es un espacio en Ciudad de México inalcanzable para la mayoría de los artistas. Incrustado en un circuito de Fórmula Uno cerca del aeropuerto, músicos españoles que lo han logrado llenar salen tres: Alejandro Sanz, Miguel Bosé y Héroes del Silencio. Lo consiguieron en su mejor momento. Hoy no se atreverían. Tampoco otros cantantes españoles con mucho nombre en México, como Joaquín Sabina, Dani Martín, C. Tangana, Hombres G o Leiva. Demasiado aforo: 65.000. Solo Rosalía emprendería esta aventura. Rels B (29 años) agotó el sábado 6 de mayo unas localidades que oscilaban entre 45 y 100 euros, la mayoría compradas por chicos y chicas mexicanas que, según pasaban el torno de chequeo de la entrada, protagonizaban una estampida propia de los corredores de los Sanfermines para intentar colocarse en los lugares más próximos al escenario. La cuestión es: cómo ha llegado hasta aquí un chico mallorquín que empezó grabando en la calle con un aparato cutre a músicos callejeros.
“Sí, eso lo hice con 17 años”, se carcajea el protagonista. “En la cultura hip hop está el tema del sampler, que es pillar sonidos de cualquier lado y toquetearlos para luego meter un ritmo encima. Y así lo hice con un colega en las calles de Palma. Dábamos 10 euros a los músicos callejeros, que para mí en aquella época era una fortuna. Espero que no lo vean ahora, no vaya a ser que me pidan derechos de autor” (risas).

Rels B, que habla la mayor parte del tiempo con una amplia sonrisa que deja ver una dentadura llamativamente blanca, asegura que no necesita más dinero. Dice que ya ha amasado suficiente, parte invertido en “una casa para la mamá”, otra para él (ambas en Mallorca, donde viven), y “que no falte para comer en 30 años”. El rapero alimenta a mucha gente. En su empresa trabajan 80 personas, todas al servicio de la música que elabora e interpreta en directo. “Todo se nubla con el dinero. Me ha quitado la magia de algunas cosas, lo jode todo. Ahora me he comprado una barquita de las más baratas. Me podría haber comprado un yate, pero estoy feliz con la barquita. Así estamos bien, no necesitamos más”. Rels B mantiene la conversación con EL PAÍS en Ciudad de México, horas antes del concierto más importante de su vida. El hotel donde está alojado es uno de los más lujosos de la capital mexicana. Caminan por los innumerables pasillos hombres y mujeres trajeados conversando sobre fideicomisos y créditos. Los únicos que rompen con la vestimenta ejecutiva son los del equipo del rapero, una generosa nómina encabezada por los jóvenes responsables de Dale Play, el sello discográfico y de representación que, desde Argentina, domina la música urbana actual con Bizarrap, Duki o Nicki Nicole. Dale Play ha fichado recientemente a Rels B. También vacilan por la zona alguno de los 25 amigos que se ha traído desde Mallorca. Todo pagado (billete, hotel y comida) por Rels B. Muchos seguidores llevan tres horas en la puerta del hotel esperando a que el músico salga a saludarlos. Lo hará. Pero la persona más importante en la zona es María, su madre. “Es la segunda vez que sale de España, después de un viaje a Italia hace muchos años. Este es su primer jet lag. Tiene cara de susto todo el rato. Mi madre es el motor de mi vida. Es una luchadora. Lo ha pasado muy mal. Y ver que sigue ahí y que está tan fuerte me inspira muchísimo”, expresa el músico.
El caso de Rels B funciona como relato de lo que es una estrella del pop hoy, bastante diferente a lo que era hace unos años. Músicos nacidos en el ambiente digital adscritos al género urbano y que hacen trizas las reglas de la industria del pasado. “Con Dani no sirve el concepto de manager tradicional, que dice al artista lo que tiene que hacer en cada momento. Yo le escucho y aprendo. Él controla absolutamente su carrera”, señala Pepo Ferradas, uno de los tres representantes de Rels B. Ferradas, profesional experimentado, ha trabajado con Soda Stereo, Charly García o Joaquín Sabina. Es el más veterano (56 años) de los que rodean al rapero mallorquín. Vive en Argentina, al igual que el segundo manager, Fede Lauria, responsable de Dale Play. Para el día a día, Rels B se rodea de su gente: Santi (30 años) es su manager personal, Rubén (31 años) su manager de carretera y Buco (36) su productor. Los tres son también sus amigos, sus personas de confianza. “En la actualidad hay que ser empresario y músico, las dos cosas. Si compones canciones y empiezan a funcionar, ya genera un negocio. Y lo suyo es saber y controlar lo que está pasando con tu negocio. Sigo amando la música, pero que no se quede nadie con lo que genero”, afirma Rels B.

El mallorquín decidió dedicarse a la música cuando recibió su primer dinero de una plataforma de internet después de publicar un par de temas. “La empresa de comida rápida donde trabajaba quebró. Estábamos en 2010, en plena crisis. Entrabas a pedir trabajo y te daban una patada en el culo. Y justo al mes me llega un cheque de YouTube de 400 euros. Así que me dije: ‘Coño, si es lo que estaba cobrando de camarero por un mes’. Así que decidí no buscar trabajo y dedicarme todo el día a la música. No salía, porque vivía con lo justo para comer macarrones, y estaba en casa componiendo. Decidí apostar por ese camino y parece que no me equivoqué”, explica.
Había dejado los estudios con 15 años, justo después de aprobar la ESO. “Tuve un padre bastante complicado, machista. La relación se fue enturbiando en casa conmigo y con mi madre. Me tuve que ir a vivir con mi abuela. Meses después se pudo venir mi madre”. La familia se completa con otros dos hermanos. La película 8 Millas, de Eminem, y la primera hornada del hip hop español (V, Mucho Muchacho, Nach…) eran su menú musical. Sus primeras canciones sonaban a ortodoxo hip hop. Y comenzó a trascender. Su disco Boys Don’t Cry (2016) le asentó como uno de los puntales de la nueva generación del rap nacional. Era la misma época en la que C. Tangana llegó a un público más amplio. Las recaudaciones de dinero eran cada vez mayores gracias a las escuchas. Le comentamos que muchos músicos de pop y rock se quejan de lo que les llega de Spotify. “A mí me ha cambiado la vida el streaming. Igual es que ellos tienen muy pocas escuchas”, dice con media sonrisa.







