Marisa Flórez, fotógrafa: “Una imagen con morbo denigra al retratado y a quien la hace”
La Sala Canal de Isabel II, en Madrid, dedica una exposición a la fotoperiodista, que trabajó en EL PAÍS desde 1976 a 2012, con 185 instantáneas que recorren medio siglo de historia de España


La llegada del Guernica a España, en septiembre de 1981; las primeras manifestaciones proaborto, el Congreso de los Diputados posfranquista, durante la Transición... La fotógrafa Marisa Flórez (León, 1948) ha retratado una etapa histórica del país por su efervescencia social y política, y esa excitación se transmite en la exposición Un tiempo para mirar (1970-2020), en la Sala Canal de Isabel II, en Madrid, que se presenta este martes y puede verse hasta el 20 de julio. Organizada por la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid e incluida en el festival PHotoEspaña, la muestra está comisariada por Mónica Carabias Álvaro y reúne 185 imágenes en un montaje que combina diversos soportes: papel fotográfico, cajas de luz... Flórez fue distinguida con el Premio Nacional de Periodismo Gráfico (1981) y el prestigioso Premio de Fotografía Piedad Isla (2015).
Pregunta. ¿Qué puede verse en la exposición?
Respuesta. Hay gente que cuando venga va a recordar momentos vividos; se ve cómo la sociedad española ha cambiado, pero sin nostalgia, y otros descubrirán un mundo novedoso porque ni habían nacido. Son hechos desde el punto de vista periodístico, más los personajes que estaban ahí.
P. ¿En qué momento pensó que podía vivir de la fotografía?
R. En principio, sinceramente, nunca pensé que iba a vivir de esto. Desde pequeña me encantaba la imagen y luego tuve la oportunidad de empezar a hacer fotos y enseñarlas, y que me dijeran que gustaban. He estado con profesionales de la fotografía que lo vivían con pasión y aprendía de ellos. Y, luego, te vas educando en la técnica.
P. ¿Qué buscaba cuando hacía fotos?
R. En ese momento, ante algo que está ocurriendo, no te lo planteas, pero siempre he tenido claro que había que intentar hacer algo diferente porque si no, al día siguiente, el lector iba a ver lo mismo en la prensa. Huir de la oficialidad, tener una manera de mirar personal. Y, por supuesto, como lo que más he hecho es periodismo, la noticia tenía que estar ahí. Si luego le añades una luz estupenda y se plasma belleza...

P. En el fotoperiodismo es aquí te pillo, aquí te mato.
R. Claro, si no coges un momento, no va a volver, no hay moviola. Es estar en el lugar adecuado, tener suerte y saber qué quieres hacer.
P. Cuando usted empezó, la fotografía en prensa era casi toda realizada por hombres.
R. Éramos pocas mujeres haciendo información, pero nunca he tenido problemas a la hora de trabajar con los compañeros. He tenido los mismos que podía tener cualquier profesional. Es verdad que sí me he encontrado con situaciones problemáticas, por ejemplo, en lugares oficiales, pero porque veníamos de una sociedad machista que no veía a la mujer en esos sitios. También he tenido la suerte de estar en EL PAÍS, un medio que me ha apoyado siempre. Una vez, con un actor, le fui a hacer una foto y me dijo: “Ahora, no”. Me fui al periódico y al rato me llamaron. “Lo siento, voy donde quieras”, decía.
P. ¿Qué ha cambiado más en la fotografía de los periódicos en el medio siglo que abarca su exposición?
R. Antes había más dinero, y como hoy no pasa eso, con las grandes agencias puedes tener en todos los periódicos las mismas fotos. Como editora gráfica siempre decía: “Damos la mejor foto”. Aunque hubiéramos mandado un fotógrafo, si la mejor era de agencias, pues se daba. No era cuestión de quién firmaba la foto, sino que el lector recibiera la mejor foto. Hay que cuidar siempre la calidad, pero eso supone mucho dinero. Y a nivel técnico, hoy todo lo que ocurre se da casi en tiempo real.
P. ¿Cómo afrontaba los retratos?
R. Yo escuchaba la entrevista para conocer al personaje, ver cómo hablaba, cómo reaccionaba a las preguntas, cómo movía las manos. Aunque solía tener poco tiempo, me interesaba ir más allá, pero para eso hay que prepararse. Estuve en tres legislaturas en el Congreso y sabía cada día los temas que se iban a tratar y qué personajes intervenían. No era pasar por allí y ver si venía el Espíritu Santo.
P. ¿Qué personajes eran los más seductores?
R. Soy poco mitómana, pero algunos impresionaban, como Luis Buñuel, que era hermético con la prensa. Pasionaria [Dolores Ibárruri] era una mujer que tenía el poderío del mito, ya mayor, vestida de negro, con ese pelo... Es una profesión que te permite contemplar de cerca lo que ocurre y conocer gente tan interesante.

P. Y estarían los que les horrorizaba posar.
R. Sí, pero había que intentar que se sintieran a gusto, eso también forma parte del personaje, su timidez.
P. En cuanto a relación de los fotógrafos con los políticos, ¿en qué momento se jodió el Perú?
R. Yo siempre mantenía las distancias, aunque convivíamos horas y horas, sabiendo dónde estaba el personaje y dónde estabas tú. Era un momento en que todos estábamos aprendiendo, los políticos a hacer política de forma nueva y la prensa a transmitir las cosas de forma diferente, más cercana. La política se hacía en el Parlamento y también fuera, por ejemplo, en reuniones secretas en restaurantes.

P. ¿Qué era lo más complicado de hacer fotos en la calle durante la Transición?
R. Los atentados. Hubo años en que en una semana te podías encontrar hasta tres. Había que fotografiar el atentado, a las familias... era tremendo, una época durísima.
P. ¿Se planteó en esas ocasiones no hacer alguna foto porque fuera muy desagradable?
R. Hacía todo lo que se pudiera hacer. Luego podías ver una imagen y decir: “Esto no se debe publicar”. No hay que informar con morbo, sino con información veraz. El morbo denigra al retratado y a quien hace la foto.
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