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La Amstel Gold Race, espectacular cuadrilátero para el combate Pogacar-Evenepoel

El fenómeno belga sustituye a Van der Poel como gran rival del esloveno dos días después de su regreso victorioso en la Flecha de Brabante

Remco Evenepoel levanta los brazos tras imponerse a Wout van Aert el viernes en la llegada de la Flecha de Brabante.
Carlos Arribas

Hay mundo y sueños más allá de equipos como el Movistar financiados por compañías gigantescas y por financieros como Idan Ofer que manejan fondos de capital riesgo, o como el Visma, orgullo de eficiencia empresarial neerlandesa dependiente de la voluntad volátil de patrocinadores con objetivos a corto plazo. En la misma Holanda, por ejemplo, el país donde hay más bicis que habitantes y más de 60.000 kilómetros de carriles bici, y donde se corre el domingo la Amstel Gold Race, la gran clásica de Holanda para el mundo que hace realidad la utopía, tan holandesa, de dibujar un recorrido de 256 kilómetros con 34 cuestas de diversa dureza y longitud en un área de apenas 300 kilómetros cuadrados, un pedacito de la provincia de Limburgo, capital Maastricht, meta dos kilómetros abajo del Cauberg, la colina 34ª a la salida de Valkenburgo. Antes el formidable Eyserbos (28º) y el terrible 22% del Keutenberg (30º) ya habrán diezmado la carrera.

Un cuadrilátero, dos púgiles, el inevitable Tadej Pogacar, que continúa su campaña de clásicas, y Remco Evenepoel, un rival clásico, que, como todos los monstruos ciclistas de la generación pandemia y demostró el Viernes Santo derrotando a Wout van Aert en la Flecha de Brabante, su primera competición en seis meses, solo sabe que ganar.

Goodbye, pavés, montes adoquinados de Flandes terribles; welcome colinas de las Ardenas valonas.

Thijs Zonneveld es un periodista holandés que da un respingo cuando se bebe el jugo de un bote de pepinillos para explicar por qué cree Tadej Pogacar que le va a curar los calambres en las piernas cuando lo ve salir del bosque de Arenberg detrás de Mathieu van der Poel, intenta construir un Alpe d’Huez de hormigón y arena en mitad de una planicie, solo horizonte, azotada por los vientos del Mar del Norte en un país en el que el monte más alto, el Vaalserberg, alcanza 321 metros y se empeña en financiar el equipo ciclista que dirige, el BEAT, con las cuotas de los socios, como si fuera un club de fútbol. La comunión imposible del sentido práctico y la utopía poética que también encarna, y más aún, Bas Tietema, exciclista holandés de 30 años, que con cuatro amigos lleva años grabando vídeos desternillantes de sus visitas como fans a las cunetas del Tour de Francia, donde organizan desafíos estúpidos y divertidísimos, como un concurso de caballitos en la grupetta en los Pirineos, reparto de pizzas a los corredores o cervezas en la curva de Alpe d’Huez, y tiene tanta audiencia en YouTube, cientos de miles de locos zumbados y muy serios, como ellos, que la han convertido en la base sobre la que crecen los Rockets, que así se llama oficialmente el equipo Unibet Tietema, el primer ProTeam con club de fans incorporado, y llenan autobuses para ir a aplaudir desde las cunetas a sus chicos, fácilmente distinguibles por su maillot azul pastel con toques amarillos, rojos y naranjas que les hacen parecer rockets, justamente, populares helados de palo con forma de cohete. Hace una semana corrió su primera París-Roubaix y regresará el domingo a una carrera del WorldTour, a la Amstel Gold Race.

Terminado su combate a tres asaltos con Van der Poel, que se retira a descansar, —dos para el holandés, San Remo y Roubaix, uno para el esloveno, De Ronde—, contra Pogacar se levanta un nuevo contrincante, el doble campeón olímpico Remco Evenepoel, que regresa.

Los duelos del esloveno, de 27 años, con la estrella belga, año y medio más joven, se extienden más allá de las clásicas y llegan hasta el Tour (tercero Evenepoel el año pasado), pero encuentran en las Ardenas, y en las montañosas clásicas italianas de otoño, su terreno natural de expresión. El lugar ideal, las colinas de la Lieja-Bastogne-Lieja, el cuarto Monumento del año, curiosamente, nunca lo ha acogido, aun habiendo ganado dos veces cada uno allí. Los años que ganó Pogacar (2021 y 2024), Evenepoel no participó por culpa de caídas en carreras anteriores; los que ganó el belga (2022 y 2023) el esloveno no estaba: en 2023 se cayó y se rompió la muñeca, y en 2022 no corrió porque se había muerto su suegro unos días antes. Exceptuando el Mundial de 2022 (primero Evenepoel en Australia, 19º Pogacar), los mayores éxitos del belga (incluidas las dos victorias, contrarreloj y línea por las colinas de Montmartre en París 24) se han producido en ausencia del mejor corredor del mundo, que le dominó, a él y a todos, con extraordinaria superioridad las tres últimas veces que se enfrentaron, en el Mundial de Zúrich y Emilia y Lombardía, en Italia.

Justo cuando el 1-2 a orillas del lago de Como, el 12 de octubre pasado, hace ya medio año, fue el último día de competición de Evenepoel, de 25 años, antes de su regreso triunfal del Viernes Santo en la Flecha de Brabante, y para explicar su ausencia el fenomenal belga que solo sabe ganar como Pogacar, con lejanos ataques en solitario —o poco acompañado: el sprint a dos con Van Aert en Brabante llegó después de un ataque a 50 kilómetros—, solo necesita bajarse la manga de un maillot y enseñar una cicatriz en su hombro, como el soldado orgulloso de sus heridas de guerra. Cuatro de los seis meses los ha pasado en recuperación y rehabilitación después de estrellarse durante un entrenamiento a principios de diciembre contra la puerta de una furgoneta de correos aparcada que una cartera abrió de improviso cuando pasaba Evenepoel en una calle de Oetingen, no lejos de Bruselas.

“Las lesiones fueron bastante graves”, explica el jueves, en teleconferencia, Remco, bigotillo creciendo, poco más de un sendero de hormigas bajo su nariz, recuerdo de sus últimos días entrenando en Sierra Nevada. “La operación del hombro fue bastante complicada porque el choque destruyó músculos y ligamentos. Fue la segunda vez en el mismo hombro en seis meses, así que tuve que dudar, ¿volverá a estar bien el hombro? ¿Volverá a funcionar? Y, además, también resultó afectado un nervio que aún no se ha curado, así que hay una parte del músculo del hombro que no funciona en absoluto. Si fuera jugador de tenis, voleibol o baloncesto, mi carrera habría terminado. Por suerte soy ciclista”.

La Amstel será el segundo día de competición de un ciclista que solo espera estar “cerca del 100%” dentro de ocho días en la Lieja. “No estoy en mi mejor forma, pero sigo estando en buena forma, y aun así”, reflexiona la cabeza que se cubre con un casco dorado de campeón olímpico y dirige unas piernas que pedalean en una Specialized dorada, a juego, “si no creyera que pudiera ganar a Pogacar, que está en la forma de su vida, no tomaría la salida. Si tengo buenas piernas, ¿por qué no?” Y si, mediada la carrera, Pogacar le da un trago y un respingo al vinagre de encurtir pepinillos, bebida de cuyos efectos benéficos contra los calambres no hay pruebas, pero, así es la moda, se usa, el jovencito belga hará lo mismo con su frasquito de cetona, que tantas grasas quema y tanto tonifica, o eso dice la moda.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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