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El holandés Van Uden se impone en Lecce en la cuarta etapa del Giro de Italia

Mads Pedersen sigue líder tras un día en Salento y en el que Roglic aumenta en 2s su ventaja sobre Juan Ayuso en una meta volante

Casper van Uden
Carlos Arribas

Tristemente solo al comando, zapatillas blancas radiantes, a la moda, Francisco Muñoz se torna al pelotón y gime. ¿Nadie viene conmigo? El asturiano-catalán ha acelerado animoso en cuanto Stefano Allocchio ha arriado desde el coche de director la banderola roja en el kilómetro cero y a los 500 metros ya comprende que solo puede hacer dos cosas. Continuar solo, un tormento, y la etapa es plana y turística, Salento, y hasta soplará el viento en la costa, y son 189 kilómetros, o frenar, dejarse coger y contarle cualquier milonga a su director, Jesús Hernández, que espera comiéndose una focaccia, aceite de oliva, romero, unas aceitunas y unos tacos de caciocavallo en el coche del Polti aparcado en la cuneta unos kilómetros más adelante. Se sacrifica y continua. La condena del fugitivo.

No es que pensara ganar, pero al menos no tener que pedalear solo, deslumbrado por la blancura de Ostuni, manos bajas en el manillar como ha visto en las películas que pedaleó Freddy Maertens para ganar en la misma carretera, las mismas tapias de piedra ya antiguas entonces, para ganarle el Mundial del 76 a Moser, a Conti, a Zoetemelk, a Merckx, Lasa, Perurena… En el mismo Ostuni de las tres colinas, ojos entrecerrados por el fulgor del Adriático, un par de minutos después de Muñoz, como si se jugaran el arcoíris disputan un sprint bonificado con 4s Primoz Roglic y Juan Ayuso. El mexicano Del Toro, que debería lanzar a su compañero UAE Ayuso, ayuda sin querer al rival. Se lleva 4s, pero le regala 2s al esloveno, y adelanta en la general al español, que se reintegra solo al pelotón meditando, seguramente, sobre las sensibilidades y las pejigueras de la vida en común, del compromiso y el juego colectivo.

Muñoz es joven, si tener 23 años en el ciclismo de ahora es ser joven, pero ya conoce el Giro. Los ritos y los intangibles de una carrera que regresa a la Península tras su inicio balcánico. Etapa llana a tutta (46,7 kilómetros por hora de media), aparente calma en los primeros 160 kilómetros. Frenesí, caos y caídas la última media hora. Sprint barroco en la barroca Lecce, palacios en pietra leccese, que se modela como la arcilla, circuito barroco, solo curvas y estenosis súbitas y continuas en el callejeo. Bella volata. Victoria de un novato. Un holandés del PicNic. Casper van Uden. Mejor acompañado que ninguno hasta la última curva, y un golpe de riñones para escaparse totalmente del loco Olav Kooij. Es el primer Giro, la quinta victoria en la carrera de Van Uden, de 23 años también, allí donde Alessandro Petacchi, un dios de las volatas, le pudo al rey Cipollini en el 2003 para lograr la primera de sus 22 victorias en sus Giros.

Mads Pedersen de rosa termina cuarto y bendice las virtudes del mindfulness, y sus peligros. El líder del Giro ha decidido pasarse la etapa en el vagón de cola rodeado de sus fieles Lidl, allí donde solo sufren el estrés quienes suben y bajan bidones del coche, como el sacrificado Wout van Aert, que se flagela como un monje con el hábito de la humildad y el servicio a su compañero sprinter Kooij después de haber fracasado en Albania. La calma de Pedersen la rompe Muñoz, precisamente, que después de haber cumplido su castigo de soledad a 60 de meta, se deja caer a la cola y tropieza con un bordillo al comienzo del barroco. Pedersen queda cortado y es pánico y prisa. Cuando llega a la cabeza ya ha ensuciado y lavado tantas veces el lactato que los vatios no brotan. Se recuperará para la llegada del miércoles a la cuestecita de Matera, otra ciudad, como todas, en las que los rasgos que la hacen única, hijos de la arquitectura popular y la pobreza del campesino, sus cuevas de piedras, como los trullos de Alberobello, de donde ha partido la etapa, las maserías de Salento, son ya parques temáticos, spas, hoteles de lujo para un público exquisito. Y el Giro, rosa fondo de decorado móvil.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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