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Los árbitros de fútbol, ante la escalada de violencia física y verbal en todas las categorías: “Queremos vivir sin miedo”

Los colegiados, que se sienten más señalados, vigilados y acosados que nunca, denuncian el ambiente intimidante que viven para ejercer el oficio

Arbitros de futbol
Ladislao J. Moñino

“Queremos vivir sin miedo”. El alarmante llamamiento fue pronunciado el jueves pasado por el árbitro de Primera División Carlos del Cerro Grande. Lo verbalizó, visiblemente emocionado y acongojado en la sala olímpica de la sede del Consejo Superior de Deportes (CSD) y ante su presidente, José Manuel Rodríguez Uribes. La pancarta con la estampa de su rostro delineada, encuadrada en una mirilla, con su apellido manipulado (Del Cerdo) y bajo la amenazante leyenda de Se busca que apareció hace una semana en los aledaños del estadio del Espanyol provocó que el colectivo arbitral solicitara una reunión de urgencia en la sede del CSD. Al cónclave acudieron Luis Medina Cantalejo, presidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), Del Cerro, Manuel Lalinde, director general de la federación de fútbol y una representación del baloncesto arbitral para pedir amparo al máximo organismo del deporte español.

Los árbitros se sienten más señalados, vigilados y acosados que nunca. El oficio y los que lo ejercen asumen que nunca podrán desprenderse de la etiqueta de sospechosos, incluso de la lógica de que los haya mejores y peores como en todas las actividades, pero la vergonzosa e intimidante pancarta contra Del Cerro ha roto otro techo de cristal. Nadie parece reparar en su papel de actores principales del fútbol tal y como pretende recordar la campaña que se lanzó en Inglaterra No ref, no game (sin árbitros, no hay juego).

El pavor se ha instalado en un gremio que tiene el privilegio y también la penitencia de tratar de impartir justicia en el deporte y el negocio que más aficionados y pasiones despierta en todo el mundo. Hay colegiados profesionales que relatan en privado su miedo cuando transitan por aeropuertos y estaciones de tren antes o después de un partido. Por si les reconocen, algunos dicen “caminar con una mano liberada por si me toca defenderme de una agresión”.

La proclama de Del Cerro ante Rodríguez Uribes, con los ojos acuosos tras contar la angustia en la que ahora viven sus familiares más allegados, también tuvo una mirada hacia abajo. Del Cerro no olvidó la desprotección en la que se desenvuelven sus colegas en las categorías de aficionados, donde el altruismo está muy por encima de lo que se percibe por arbitrar en las partes más bajas de la pirámide del fútbol. “Nosotros estamos protegidos en el estadio o cuando vamos desde el hotel y volvemos, en los campos de regional no”, expuso el colegiado madrileño.

Pancarta colgada en los aledaños del estadio del Espanyol.

Con este panorama de violencia, la pregunta de quién quiere ser árbitro sobrevuela en un ambiente crispado y temeroso. “Empezamos a tener problemas para captar árbitros nuevos en algunas comunidades autónomas, hay territoriales en las que un chaval tiene que arbitrar cinco partidos en un fin de semana y el problema no es solo en España. La UEFA lanzó una campaña (Be a referee) hace dos años porque faltan unos 40.000 árbitros para que el fútbol base funcione bien”, advierte Medina Cantalejo.

La escalada de agravios y desprestigio que vive el colectivo arbitral profesional ha calado hasta lo más profundo del fútbol amateur. No hay semana en la que árbitros y árbitras no protagonicen una noticia más propia de secciones de sucesos que de un acontecimiento deportivo. Las agresiones verbales y físicas están a la orden del día en cualquier rincón de España. Cada temporada se superan la centena y en este curso ya se contabilizan más de cincuenta y falta el tramo decisivo en el que se juegan títulos, ascensos y descensos.

Cualquier ejemplo es desgarrador y descorazonador. Hace un mes tres árbitras tuvieron que refugiarse en un vestuario tras suspender un encuentro de regional en Canarias. “Las vamos a matar. Venga, abran hijas de puta, que las vamos a reventar zorras”, tuvieron que escuchar por boca de varios jugadores mientras, a la espera de la llegada de la policía, sellaban a duras penas la puerta sin cerrojo de la caseta con el palo de una mopa. En Burgos, un árbitro tuvo que ser intervenido de la mandíbula por el puñetazo de un aficionado. “A mí me dio una patada en el pecho un jugador”, relata un colegiado juvenil que prefiere guardar el anonimato. Su agresor no tuvo miramientos pese al brazalete que distingue desde hace un año a los árbitros menores de edad, sufridores de más del 10% de las agresiones según los datos del CTA.

Valentía

“No he renunciado porque me gusta, aunque me lo pensé”, matiza. “Lo normal es que los árbitros que empiezan piensen si merece la pena seguir. Es difícil saber cuántos abandonan por la violencia porque solo comunican la baja sin dar explicaciones”, dice Enrique Ortiz, secretario de arbitraje de la territorial madrileña.

El error arbitral se normaliza menos que nunca mientras la violencia verbal o física campa con una normalidad como jamás había sucedido. Esto ha implosionado los tiempos más duros y ásperos para el colectivo arbitral que se recuerdan. El amplificador que han supuesto los barullos del VAR; las variaciones del reglamento que han desnaturalizado el juego a ojos de entrenadores, futbolistas, aficionados y clubes; el caso Negreira, aún sin resolver; o la carta del Real Madrid denunciando al CSD y a la federación una conspiración arbitral han contribuido a inflamar el ambiente en los últimos meses hasta convertirlo en irrespirable. Las redes sociales y los medios de comunicación, cuando traspasan la línea del show para entregarse al forofismo que señala las actuaciones arbitrales como principal artífice de las derrotas de un equipo o los triunfos de un rival, también son fuelles del fuego que rodea el día a día del mundo de los trencillas. “Todo influye, se percibe que hay un clima de mayor tensión”, coinciden desde el CTA y también varios colegiados en activo de distintas categorías consultados.

De la citada reunión con el CSD salió la necesidad de “humanizar” a los árbitros, de un gran pacto social para que se les respete. La alarma desatada por lo menos también ha servido para que clubes y árbitros traten de buscar soluciones. Desde hace un mes se reúnen cada 15 días y hay propuestas avanzadas para la próxima temporada. Entre ellas que los árbitros se independicen de la federación y se establezca un modelo mixto bajo la tutela de LaLiga que ya funciona en Alemania e Inglaterra. También se pretende que los árbitros de VAR sean exclusivos y no piten partidos y se baraja que los entrenadores puedan pedir dos revisiones.

Los colegiados aceptarán las propuestas de consenso que puedan contribuir a la mejora, pero Del Cerro dijo a la salida del CSD una verdad incuestionable: “El fútbol no es perfecto y siempre habrá errores”.


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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.
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