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Del realismo mágico a la cruel realidad

Aureliano Buendía está de vuelta y viaja del realismo mágico a la realidad de carne, hueso… y drama. El estreno en diciembre de la serie ‘Cien años de soledad’ trae ecos del Macondo inventado por García Márquez. Y las fotos de Marco Vernaschi en el Caribe colombiano ponen rostro a ese universo real y a sus gentes.

Baltazar, 'El Calavera', es un popular pescador de El Horno. Tuvo que dejar la pesca por el descenso de la población de peces y abrió una tienda de licores. Las crecidas inundaron su casa cuatro veces.

Como la metáfora líquida y mágica de un mundo inventado, los cauces del río Magdalena y sus poblados, tierra adentro en el Caribe colombiano, estallan ante los ojos del visitante cual trasunto del Macondo de García Márquez en Cien años de soledad. Estos son los escenarios reales del realismo mágico del Nobel de Aracataca —ahora retratados en la serie Cien años de soledad, estreno en Netflix el 11 de diciembre— y estas son sus gentes, atribuladas por los excesos del cambio climático y sus tentáculos: entre ellos, las crueles subidas de las temperaturas y las inundaciones causadas por el desbordamiento de los ríos cuando llega la temporada de lluvias. Las comunidades de pescadores instaladas en uno de los ecosistemas acuáticos más grandes de Latinoamérica exhiben en estas imágenes los rostros de la frustración, aunque también de la energía, de la resiliencia y de la belleza: la población de peces disminuye sin remedio por el aumento de las temperaturas y quienes viven de la pesca tienen que mirar hacia otros lados para subsistir. Por ejemplo, a la caza del caimán e incluso al comercio ilegal de fauna silvestre. La preciosa localidad de Mompox, entre los departamentos de Magdalena y Bolívar, es ese escenario real… donde se incrusta el realismo mágico del irreal Macondo.

Andrés, joven de El Horno, aldea en los márgenes del río Magdalena, ha tenido que cambiar la pesca por la caza de pequeños animales que vende en el mercado negro.
El árbol gigante que los lugareños de Mompox llaman árbol de los susurros.
Nataly (16 años) ganó el concurso de belleza de El Horno, donde nació y vive. Quiere irse a Bogotá y trabajar como modelo.
Pedro y Juan, pescadores de El Horno, tuvieron que buscar nuevos trabajos por el descenso de la población de peces.
Las inundaciones en los márgenes del río Magdalena han impactado en la ganadería de la zona, obligando a buscar nuevas zonas de pasto y encareciendo la carne.
Polo e Igor, otros dos veteranos pescadores de la zona del río Magdalena.
María del Sol tiene 17 años y vive en casa de sus padres en Palomar. Está embarazada. Espera a cumplir los 18 para poder irse de casa.
Construcción típica de los márgenes del río Magdalena.
Marcelo huyó de la Venezuela de Maduro y buscó en Colombia nuevas oportunidades. Vive en El Peñoncito y quiere montar un negocio de hostelería. Mientras tanto se gana la vida repartiendo plátanos en su moto.
Osvaldo, que vive en El Palomar, dejó la pesca y abrió una granja de pollos. Completa sus ingresos vendiendo los pájaros, caimanes y otros animales que caza en la zona.
Osladis y su esposo perdieron su casa de El Horno por culpa de la riada de hace cuatro años. Estaba embarazada y aquel día perdió a su bebé. Tienen tres hijos y luchan por salir adelante.
Miguel llegó a Puerto Arturo en 2018 tras huir de Venezuela y cruzar a Colombia. Trabaja en un rancho donde crían vacas y quiere establecerse por su cuenta.
Los hermanos Jefferson y Jerónimo ayudan a su tío Osvaldo en la granja de pollos, cuya carne aspiran a vender a los restaurantes de Mompox.
Mary vive en Tierrafirme, cerca de Mompox. Es integrante de Los Chamame, un grupo de folclore tradicional.
Tres niñas de Mompox, con sus uniformes colegiales.
Los Negritos es un grupo folclórico que reivindica con teatro, danza y poesía la conquista de las libertades por parte de los afrodescendientes.
Ibis fue madre a los 18 años. Su madre, Yvette, cuida de ambas, mientras Ibis sueña con poder viajar a Bogotá y trabajar como modelo. Viven en El Horno.
Dos de los numerosos cazadores de caimanes que operan en los márgenes del río Magdalena. Es su ocupación principal tras haber dejado la pesca.
Una de las muchas casas abandonadas por culpa de las inundaciones.


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