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Desayuno (comida y cena) en Louis Vuitton

Le Café es la primera aventura gastronómica de la marca en Manhattan. El proyecto expande su influencia cultural y abre una vía de para quienes no tienen para un bolso, pero sí para una hamburguesa

Le Café se ubica en el edificio temporal de Louis Vuitton, mientras su sede habitual afronta renovaciones capitales revestido de unos gigantescos baúles de la marca.

Pocas imágenes hay más icónicas de Nueva York que la de Audrey Hepburn comiéndose un cruasán al amanecer frente al escaparate de la joyería Tiffany de la Quinta Avenida. Era la película Desayuno con diamantes, dirigida por Blake Edwards en 1961, y su protagonista, la prostituta Holly Golightly, se conformaba con observar el lujo tras el cristal mientras cerraba sus noches de perfil bajo llevándose algo de bollería a la boca.

Flash forward a 2025 y, en la milla de oro del consumismo en Manhattan, muchas marcas han decidido que la mayoría no puede permitirse el lujo que venden en forma de bolso o zapato, pero si ese lujo se transforma en un cruasán la cosa cambia. O que si pueden ofrecerte las dos cosas a la vez, mejor que mejor. De ahí que, en los últimos años, haya proliferado una exitosa alianza entre grandes marcas y gastronomía que en Nueva York se expresa en casos como el del Polo Bar —como complemento o alternativa a la experiencia en la tienda de Ralph Lauren— o el más reciente: Le Café, de Louis Vuitton. La marca empezó su andadura en la hostelería con la apertura de un local en Osaka en 2020, y superó todas las expectativas con el restaurante The Hall en Chengdu, en China, que ostenta una estrella Michelin. Pero no ha llegado a Nueva York hasta ahora con este Le Café, restaurante temporal en el que imprime su famoso y archirreconocible logo —como si fuera un ingrediente estrella— casi literalmente hasta en la sopa: en el pan de su hamburguesa, en sus raviolis, en sus salsas o en sus postres.

Ubicado en la cuarta planta de la tienda y con capacidad para 70 comensales, Le Café es además un escaparate para la línea editorial de Louis Vuitton.

“Puede venir gente de mucho dinero a Le Café, pero también podemos tener a un joven que trata de impresionar a su chica. Quizá no pueden comprar un bolso de Louis Vuitton, pero sí tiene para tomarse una hamburguesa Louis Vuitton [los precios de los platos oscilan entre 18 y 62 dólares]. Nuestro trabajo es tratar a todo el mundo igual y uno de nuestros valores es ser una experiencia accesible”, explica Christophe Bellanca, el laureado chef que dirige la cocina junto a la australiana Mary George. Ambos pasaron por un entrenamiento en París no solo en lo culinario, sino también en lo corporativo, por parte de los cocineros Arnaud Donckele y Maxime Frédéric. “Estuvimos un tiempo con ellos en París y de ahí trajimos la esencia, el concepto tan meticuloso que representan, y lo hemos mezclado con la adrenalina que define Nueva York, donde todo el mundo siempre está de paso”, explica George, que recala en el proyecto de Louis Vuitton tras haber trabajado para Daniel Boulud.

Los chefs Mary George y Christophe Bellanca son los jefes de cocina de Le Café, que abrió sus puertas en Nueva York el pasado noviembre.

Le Café está situado en un cuarto piso del espacio temporal de Louis Vuitton en Manhattan, con vistas a la actual tienda de la marca, que afronta reformas integrales y que durante las Navidades se convirtió en un gigantesco baúl de Vuitton que hizo furor en las redes. Curiosamente, este mismo edificio había sido ocupado antes por Tiffany mientras también renovaban su famosa tienda a la vuelta de la esquina. Pero su temporalidad no ha impedido que el despliegue sea mayúsculo, con un atrio diseñado con torres de maletas por el arquitecto Shohei Shigematsu e instalaciones de arte corporativo en cada planta. Le Café también sirve de escaparate para la línea editorial de la firma. Libros desplegados en el espacio dedicado a artistas como Jeff Koons, Keith Haring o Frida Kahlo hacen las veces de decoración.

Vinos ses y cócteles como el Manhattan se ofrecen en este espacio que aspira a guardar la esencia gala en diálogo con la energía neoyorquina.

The New York Times, cuando abrieron tienda y restaurante el pasado noviembre, enmarcó la propuesta en la nueva línea de la marca de convertirse en una experiencia cultural, recordando el impacto de algunas de sus campañas —como la de Roger Federer y Rafael Nadal en una estación de esquí de los Dolomitas— o sus llamativos nombramientos recientes —especialmente el de Pharrell Williams como director creativo de la línea de ropa para hombre—. Sea como fuere, el día de la entrevista, realizada antes de la apertura, la cola de clientes a primera hora de la mañana ya era notable. Gente dispuesta a entregarse a esta verdadera golosina visual que no ha tardado en llamar la atención en las redes.

A pesar de ser un espacio temporal, el despliegue estético en un edificio de cinco pisos que anteriormente ocupó Tiffany se ha convertido en una atracción turística.

En lo relativo a la oferta gastronómica de Le Café, Bellanca aclara: “No es cocina meramente visual”, dice, contrarrestando el inevitable efecto instagrammer de la propuesta y recordando sus 20 años de experiencia como chef en Nueva York, donde es además el dueño del restaurante Essential by Christophe, que tiene una estrella Michelin. “Lo más importante es que la comida sea de calidad. Y la filosofía que traemos de París es elegancia, originalidad, buenos ingredientes, buena ejecución y sostenibilidad”. En la elegancia, explican orgullosos su concepto estrella, el snack de lujo. Un pequeño bocado de sofisticación que puede tomar la forma de una versión templada del lobster roll (bocadillo de langosta) o una mezcla infalible de caviar, vieira y champán, también sellada con el logo de la casa sa. “Es como tener un louis vuitton en el plato”, espeta.

En cuestión de sostenibilidad, insisten en que la carta está adaptada no solo a los gustos locales, sino también a los productos y proveedores de la zona. “Hemos intentado ar con productores cercanos. Es parte de la filosofía que tienen en Francia también, donde Maxime Frédéric tiene sus propias granjas, de las que trae su harina, sus huevos… Dicho esto, no es solo cocina de producto. No se trata de poner esos productos en el plato, sino de elevarlos”, asegura George. Eso sí, en esta fusión franconeoyorquina había un puente imposible de cruzar o, si se quiere, la excepción que confirmaba la regla: el chocolate. “Es lo único que traemos de fuera. Era importante no traicionar ese sabor tan emblemático”, concluye la chef.

¿Hasta dónde llegará la tendencia del restaurante corporativo? ¿Cuáles serán las próximas aperturas en Nueva York? De momento, en marzo llegan a Nueva York los lujosos almacenes ses Printemps, que aderezan la sesión de compras con el reclamo de un chef de relumbrón, Gregory Gourdet. ¿Habrá pronto un Prada Caffè como el que ya existe en Londres? ¿Abrirá la Gucci Osteria que ya existe en Tokio, Florencia, Los Ángeles o Seúl? Con la relación tan complicada que la moda ha tenido con la comida durante años, parece que por fin han encontrado un feliz y rentable territorio para la reconciliación.

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