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junts per catalunya
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un dilema acecha a Puigdemont

Junts, que no parece encontrar la fórmula para frenar el ascenso de Orriols, deberá decidir en las elecciones municipales de 2027 si usa los votos ultras para mantener alcaldías

Puigdemont

“Vamos a captar gente desencantada con los partidos del procés”. La frase, verbalizada en una conversación de café por un integrante de la ejecutiva de Aliança Catalana, sintetiza las aspiraciones del partido de Sílvia Orriols y adquiere vigencia con los resultados del último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO). Además de dibujar una victoria holgada del PSC, la encuesta apunta a un retroceso de Junts vinculado a la musculación de la extrema derecha independentista, que quintuplicaría resultados en unas elecciones catalanas. No hace falta escudriñar demasiado en los datos para constatar que Orriols se ha convertido en una amenaza de presente para el partido de Carles Puigdemont. La alcaldesa de Ripoll, que ya es la cuarta líder más conocida según el sondeo, atrae uno de cada diez simpatizantes de Junts -principal fuga de voto de los nacionalistas- y es bien valorada por el electorado que tiene como referencia Waterloo.

El auge de los ultras, con la mirada puesta en las municipales de 2027, certifica una primera realidad: la reedición de una mayoría independentista en el Parlament es una entelequia. Ni la pronostica el CEO ni sería articulable en el futuro en el caso de que el mordisco de Aliança Catalana lesionara más las principales formaciones soberanistas. Con Orriols ganando terreno, la idea de un gobierno estrictamente independentista adquiriría la categoría de fantasía. Salvador Illa tiene preocupaciones de presidente -empezando por la desafección ciudadana con Rodalies, que lamina el relato gubernamental de proyectar unos servicios públicos eficientes-, pero no nota el aliento de los adversarios en el cogote.

El quebradero de cabeza es para Puigdemont, que no parece encontrar la fórmula para frenar a Orriols, favorecida por el viento de cola que impulsa los populismos extremistas. Junts desactivó la moción de censura en Ripoll cuando el pacto para desbancar a la alcaldesa estaba sellado. También convirtió en prioridad el acuerdo para la delegación de competencias en inmigración a la Generalitat. Y exhibió como logro político el acuerdo para limitar la llegada de menores migrantes no acompañados a Cataluña. Movimientos que incorporaban, ni que fuera parcialmente, un guiño a los electores seducidos en los últimos tiempos por Orriols. De momento, la estrategia no brinda resultados. Puigdemont consigue que por Waterloo desfilen representantes empresariales y patronales interesados en su posición estratégica en el Congreso, pero sufre en otros frentes.

No es extraño que Junts, un partido con capilaridad territorial, haya activado con prontitud la maquinaria para los comicios municipales, con el objetivo de blindar candidatos con ascendente local y convertir en vaporoso el crecimiento de la última marca de la extrema derecha. Mientras, la formación de Orriols alimenta el goteo de presencia pública en ciudades medianas de la Cataluña interior, Girona y Lleida, feudos con historial convergente donde aspira a irrumpir para condicionar gobiernos. Si lo consigue, muchos alcaldes de Junts deberán decidir si evitan los votos ultras para mantenerse en el cargo o se amoldan a las nuevas circunstancias y exploran pactos con el adversario de la esquina derecha. Es el dilema que acecha a Puigdemont. El CEO recuerda que seis de cada diez partidarios del líder independentista son favorables al cordón sanitario a los extremistas. Dichosas encuestas.

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