Feminismo, ecología o idiomas: razones para elegir una educación diferente
Una cooperativa inclusiva y feminista, un colegio enfocado en la globalidad y los idiomas y un centro con la mínima tecnología ofrecen alternativas a la escolarización habitual


Un fuerte compromiso social, una importante carga de idiomas o una conciencia ecológica pueden ser razones tan válidas como otra cualquiera para elegir el centro escolar en el que matricular a un hijo o una hija. Alejados de libros de texto, del estudio basado en la memoria repetitiva y del canon habitual de la enseñanza en España, hay colegios que ofrecen una filosofía y una metodología del aprendizaje diferentes.
El colegio Aire Libre de Alicante es “una escuela inclusiva, laica y abiertamente feminista”, resume su director, sc López, “que promueve la participación del alumnado en el aprendizaje” y en el que todos los implicados, profesorado, familia y estudiantes, aportan en su consejo rector para la toma de decisiones. “No tenemos libros de texto, el centro crea todo el material” pedagógico, continúa, “y procuramos que los chicos y chicas se pregunten cosas, que reflexionen, que adquieran capacidad crítica”. También inciden mucho sobre “la lengua y la cultura propias, normalizando su uso y generando un sentimiento de estima hacia lo propio”. “Que no sigamos una metodología reglada, basada en la memorización y el estudio de contenidos” es uno de los motivos por los que las familias inscriben a sus hijos e hijas en el centro. Pero López considera que su tamaño también cobra peso en esa decisión. “Somos un centro pequeño con una sola línea” por segmento educativo, desde Infantil hasta Secundaria. Las aulas están formadas por grupos de 15 alumnos en el primer tramo de Infantil, 25 en el segundo y en Primaria y 30 en Secundaria. “Eso permite un acompañamiento del profesorado muy cercano al alumno, una educación muy personalizada”, sostiene.
El centro, privado en Infantil y concertado en el resto de la escolarización, está ubicado en una zona rural fronteriza entre los términos municipales de Alicante, Mutxamel y Sant Joan, rodeado de montañas y naturaleza. Lo creó en los años 70 del pasado siglo “un grupo de familias no alineadas con la educación de la época”, recién estrenada la Democracia, “en la que las escuelas eran muy confesionales o seguían una metodología poco acorde con su manera de pensar”. La cooperativa de enseñanza, que sigue vigente, decide “el día a día” a través de un consejo rector, formado por familias y plantilla. También participan los estudiantes. “Todas las clases tienen puestos de responsabilidad por los que pasan todos los alumnos”, explica López, “y cada clase tiene un delegado y una delegada”. Dos representantes de Primaria y de Secundaria intervienen en el consejo escolar, al que “trasladan lo que han ido debatiendo y proponiendo” según sus necesidades o sus intereses.

También ha superado las cinco décadas de vida el Colegio Internacional Ausiàs March de Picassent (Valencia). “Pese a ser muy grande”, ya que cuenta con 945 alumnos, “es muy familiar, con una fluida relación entre el profesorado y los padres”, cuenta su director, Carles Girbés. Ese vínculo, junto con la “formación en valores, aparte de la académica”, pueden contribuir a su selección como centro escolar, aunque su principal rasgo es “la internacionalización, con una visión muy amplia y aplicada a la globalidad” de lenguas, culturas y experiencias de todo el planeta. Desde 2015, recuerda Girbés, han aplicado el programa del Diploma del Bachillerato Internacional (IB), “que surgió en Suiza para hijos de diplomáticos y de personas que cambian con frecuencia de país”. Ya lo ofrecen también a estudiantes del último curso de la educación secundaria (ESO) y tras la pandemia, ampliaron esta filosofía a toda la Secundaria, con el Programa de Años Intermedios del IB.
En aulas reducidas, de 20 alumnos en Infantil, 21 en Primaria y 25 en Secundaria, este centro laico, en el que cohabitan estudiantes de 30 nacionalidades diferentes, apoya su metodología en “la indagación”, según fuentes del colegio. “El alumno va investigando, aprende a discernir cuales son las herramientas válidas para hacerlo, se forman en la adquisición de criterio y pensamiento propio” para que, a partir de lo que conocen, puedan ir ampliando su mirada hacia países y culturas más alejados. Todo ello, “con una carga lectiva muy importante en inglés”, con lo que los alumnos y alumnas salen de allí “trilingües”, con un total dominio de castellano, valenciano e inglés. “A partir de los 12 años, alemán y francés son asignaturas curriculares”, continúan las mismas fuentes, “y el chino es una asignatura extraescolar a partir de los cuatro años”. El programa del IB “abre el a becas y universidades de todo el mundo”, afirman desde el centro escolar, que incide mucho también en la “educación emocional”, en la que incluyen “sesiones de yoga y mindfulness”, con la que también trabajan “la empatía”.
Un entorno natural, mucho cuidado con la alimentación y el fomento de la imaginación son algunos de los argumentos que mencionan las familias que acuden a la Asociación Escuela Libre Waldorf Alicante, basada en los principios de esta corriente pedagógica alemana, célebre en los países en que se haya implantada por su “fomento de la imaginación” y su tendencia a la estimulación de la creatividad artística, según la presidenta de la asociación, Eva Yáñez. En sus centros, separados apenas por cinco minutos de recorrido y situados entre la pedanía alicantina de Villafranqueza y el vecino municipio de San Vicente del Raspeig, los alumnos —apenas 11 por aula en el primer tramo de Infantil y 16 en el resto de la oferta educativa— se desarrollan apoyados en los tres pilares de la filosofía Waldorf: “imitación, ritmo y juego libre”. “Profesores y alumnos se tratan con el mismo respeto y están constantemente realizando alguna tarea”, resume Yáñez, “los niños y niñas aprenden desde pequeños de todo, con toda la autonomía, y no hay restricciones físicas, por lo que el juego estimula su movimiento”.
Sólo a partir de Secundaria, última etapa presente en el centro, que también alberga alumnos de Infantil y Primaria, los estudiantes se enfrentan a exámenes. Antes, han jugado con elementos naturales, como madera, piedras o piñas, “confeccionan sus propios cuadernos” y “aprenden todo de forma vivencial, cada uno conforme a su ritmo individual”. El centro trabaja también “en comunidad con las familias, para que los niños tomen ejemplo de sus padres”, que se ocupan del mantenimiento, de las redes sociales, de los mercadillos o de las tiendas de los productos artesanales que genera el colegio. “Hay mucha conciencia en todo”, desde la alimentación sana hasta la ecología, lo cual, sostiene la directiva, atrae a muchos profesores, que llevan allí a sus hijos, y “a muchos informáticos, que saben que los alumnos no usan tecnología hasta los 12 o 13 años y solo empiezan a usar un ordenador” cuando saben cómo funciona y qué piezas lo forman.
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