Diego Figuera, el diputado de Más Madrid que se va de la política: “Si no insultas, no tienes sitio”
Se despide el político autonómico que Carmena reclutó para encargarse de la salud mental

El diputado de Más Madrid, Diego Figuera (Madrid, 65 años) ha hecho algo tan poco habitual como dejar la política y renunciar a su escaño en la Asamblea de Madrid. Lo hizo hace dos semanas con un mensaje desde la tribuna, desde donde dijo que estaba harto del insulto y la crispación estéril. Hasta ese día, Figuera era un diputado atípico porque compatibilizaba su trabajo como psiquiatra y Director del centro médico Ponzano de salud mental del Hospital Clínico San Carlos, pero cuando anunció que se iba, además de atípico, se convirtió en un raro.
Hijo de Diego Figuera, que realizó el primer trasplante de corazón en España, Manuela Carmena lo había convencido para que formara parte de la creación de Más Madrid porque quería que se empezara a hablar de salud mental y se va seis años después agotado y lanzando un tirón de orejas al “circo” en que se ha convertido la política madrileña. “Me da vergüenza ajena”, dijo desde la tribuna a esa hora del mediodía en la que solo quedaban un puñado de diputados para escucharle, aunque se convirtiera en su intervención más viral.
Pregunta: Dejar la política, eso se ve poco
Respuesta: Se ve poco, la verdad, y menos aún estar a tiempo parcial. Pero eso es muy de Manuela (Carmena). Para ella era tan importante las ideas y los partidos como las personas, y de hecho, Manuela, el hacer un partido político nuevo le costaba mucho.
P. ¿Tan trituradora es la política?
R. Hay partes, como la que yo hago de salud mental, que me parecen muy relevantes y es donde me siento más realizado. Pero otras me parecen penosas. Muchas reuniones, discusiones estériles y batallar contra el otro como si fuera un adversario. Un enemigo al que hay que derrotar y eso a mí no me va.
P. ¿Qué es lo que más le ha desgastado?
R. La Asamblea de Madrid es un circo al servicio de la lucha en la corte, que es el poder central. El 80% del tiempo no se habla de Madrid, no se ven temas de Madrid, ni se discute nada de Madrid. Todo el rato es una pelea de desgaste al Gobierno central. Y más en esta última etapa.
P. ¿Y lo más frustrante?
R. Las dinámicas de la política actual. Negociar con todos los partidos una proposición no de ley pero la dirección de tu partido te diga que no es adecuado apoyarlo porque, por ejemplo, lo apoya Vox. Y tú te preguntas, ¿qué más da si es bueno para los ciudadanos? Otras veces tienes que ceder tú y dejar que lo presente otro partido, aunque lo hayas parido, para que salga adelante.
P. ¿Se penaliza ser normal?
R Si eres un tío más normal y si no te va mucho esta forma de hacer política, en el fondo tienes un hándicap porque pareces más frágil o que no estás haciendo bien tu trabajo. Para destacar en política tienes salir en televisión, pero solo lo harás si eres el que más grita. O si manejas las redes a toda velocidad y consigues miles de likes. Yo, por ejemplo, me negué a hablar de lo que no sabía. No he hecho propuestas de vivienda porque yo defiendo con vehemencia de lo que sé, que es de salud. Si eres un tío normal, si hablas solo de lo que sabes o no insultas, no hay sitio para ti.
P. ¿Se queda con algo positivo de esta etapa?
R. Dese la Asamblea me he dado cuenta de lo útil que es el Estado autonómico. Es posible impulsar políticas más cerca de los ciudadanos como la sanidad, la educación, el transporte, la vivienda, los servicios sociales..., mucho más que un Estado centralista.
P. ¿La izquierda es muy diferente a la derecha haciendo política?
R. No son todos iguales. El enconamiento más duro viene de la derecha porque se siente más legitimada. Lo hacen con Sánchez y antes con Zapatero o con Felipe González. Ya desde los tiempos de González no soportaban que hubiera unos líderes de izquierdas ordenando un país que para ellos era su feudo, porque venimos de dónde venimos. La confrontación y la estrategia del ‘y tú más’, es más de la derecha. Y la izquierda cae en esa trampa. Te pongo un ejemplo, en una de mis primeras proposiciones no de ley en la Asamblea hice una propuesta de salud mental y una diputada del PP me gritó ‘bolivariano’.
P. Cuando llegó a la asamblea empezábamos a hablar de salud mental. ¿Se va satisfecho?
R. Creo que he ayudado a ello, como también lo hizo la famosa intervención de Errejón en el Congreso. Hoy mis compañeros médicos me dicen que se nota que hay una forma distinta de hablar de salud mental porque hay muchas formas y la nuestra es apartar los fármacos y desmedicalizar lo más posible. Creo que eso ha ido calando. Y a nivel político, nuestro mayor éxito es gestionar el Ministerio de Sanidad con Mónica García al frente. Eso es un logro importantísimo del que estoy muy orgulloso.
P. ¿Qué es lo más urgente en el sistema público de salud?
R. Salvar la atención primaria. La joya de la corona de nuestro sistema de salud es la atención primaria y está seriamente amenazada. No le están inyectando más dinero y los datos son evidentes. La inversión ha disminuido un 4% aunque lo tapan con gastos en recetas y otras cosas, pero no es gasto directo en médicos, istrativos, pruebas...
P. ¿Ha cambiado la percepción de la gente sobre la salud mental?
R. Ha cambiado mucho. Lo que pasa es que se está viendo un problema ahora serio y es que la gente ahora es capaz de hablar más, ha roto un poco la barrera del estigma.
P. ¿De qué forma contribuyen los políticos a la ansiedad colectiva?
R. Hay una cosa buena que pasó a partir del 15-M y es que la política se puso de moda y se convirtió en algo de todos. Eso hizo que los medios se llenarán de política pero a su manera, o sea, favoreciendo el circo romano y la política espectáculo. Una política exhibicionista y exagerada que no profundiza ni se preocupa de lo importante, sino de lo inmediato: la declaración, la frase, el insulto... Es un círculo vicioso que ha llevado al que quiere entrar en política a buscar el impacto mediático y en el resto de la gente a una desafección política muy grave.
P. ¿La política madrileña es la más crispada del país?
R. Creo que sí, por lo que veo en otros lados. Aunque en general creo que el nivel de crispación es alto en toda Europa, da igual que sea Italia o Alemania. En España lo que pasa es que hay una tolerancia muy grande a las faltas de respeto.
P. España es de los países con más consumo de cocaína, el que más ansiolíticos usa de la OCDE, con suicidios al alza entre adolescentes... ¿Qué está pasando?
R. Describe la sociedad en la que estamos. Una sociedad más narcisista, donde importa el rendimiento y donde el otro no existe. La felicidad es tener más cosas y contarlo. Y eso tiene su precio a nivel psicológico. Al final las personas enfermamos por agotamiento y ese agotamiento y estrés permanente hay que taparlo con drogas, ansiolíticos o antidepresivos para rendir más. El capitalismo de hoy ya no es la explotación de la clase obrera, sino la autoexplotación en pro de mantener el consumo acentuado con los móviles: Tengo que cambiarme de coche, de lugar de vacaciones, de ropa, de restaurantes...
P. Pero esos son fenómenos compartidos con otros países de nuestro entorno, ¿por qué aquí se alcanza un nivel tan alto?
R. España es un país demasiado familiarizado con los fármacos y una cultura muy extendida de a pastillas sin pasar por el médico. Desde el paracetamol de una madre, hasta la cultura del alcohol con los adolescentes, hasta llegar a los jóvenes que consumen de forma recreativa pastillas de las que desconocen todo.
P. Tal y como lo cuenta, ¿el apagón será el ayuno del futuro?
R. Durante el apagón pasó algo precioso y es que la gente salió a la calle y se puso a hablar con el otro. No funcionaba nada y, de repente, te encuentras con el otro. En nuestro barrio hicimos una barbacoa en la calle y cada uno bajó lo que tenía en casa. Volvimos a sentir una solidaridad que notamos durante la pandemia, pero que se esfumó cuando llegó la luz. Y todo eso también nos genera ansiedad. Igual no estuvo tan mal el apagón.
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