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¿De verdad son arte el ‘street art’ y los NFT? Banksy, KAWS, Okuda o Beeple a juicio

Qué es una obra de arte es una pregunta que se ha planteado muchas veces y respondido otras tantas, pero si hacemos caso a la teoría institucional no se trata tanto de qué es en sí mismo un determinado objeto como del entorno en el que se presenta

Obras de arte del artista y diseñador estadounidense KAWS (Brian Donnelly), de la exposición 'KAWS: WHAT PARTY' en el Museo de Brooklyn.
Ianko López

“Su trabajo tiene tanto valor nutricional como un happy meal de McDonald’s”. Así resumía un artículo de la revista Art Newspaper el juicio de la crítica sobre el artista norteamericano Brian Donnelly (más conocido por las siglas KAWS) al hilo de What Party, su retrospectiva que hasta septiembre puede verse en el museo de Brooklyn. Sin embargo, no parece que la opinión de los críticos de arte haya pesado negativamente sobre un autor –reconocible por sus figuras antropomórficas con ojos en forma de aspa- cuya obra ha llegado a venderse en subasta por 15 millones de dólares, y que ha convertido esta exposición en uno de los acontecimientos culturales más populares de la temporada en Nueva York.

El trabajo de KAWS puede verse en museos y también forma parte de colecciones privadas como SOLO (en Madrid), aunque dados sus orígenes callejeros se le suele aplicar la etiqueta de street art, un tipo de obra artística caracterizado por mostrarse en el espacio público, por lo general urbano. Fachadas de edificios, vagones de metro y tren, o incluso monumentos, han sido soportes habituales de este modo de expresión cuyo origen suele fijarse a mitad del siglo pasado, aunque a partir de los años ochenta logró un fuerte impulso gracias a la comunidad de jóvenes guerrilleros artísticos que afloraba en Manhattan y alrededores.

En aquellos tiempos resultaban difusas las líneas que separaban creación de vandalismo, e incluso muchos se preguntaban, para empezar, si unos grafitis o unos murales furtivos podían considerarse arte. Ahora la pregunta vuelve a plantearse, pero hay en ella nuevas connotaciones que tienen que ver con el cambio de estatus que representan KAWS y otros nombres afines.

Esculturas y pinturas de la exposición 'Age of Loneliness', de KAWS, en la Galería Nacional de Victoria (Melbourne, Australia).

Como explica Estrella de Diego, crítica, comisaria y catedrática de Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense, ante todo hay que señalar una paradoja. “Si es street art, ¿qué hace en un museo?”, se pregunta. “Es algo que ya ocurrió con Keith Haring y con Basquiat, y que puso de manifiesto la contradicción del discurso sobre algo que supuestamente tiene como meta hacer tambalear el sistema, no complacerlo y trabajar para él. Ahora [estos artistas] no molestan a nadie porque se han estetizado, lo que es una pena. Me parece bien que entren en museos, que intervengan un espacio al que han sido invitados o lleguen a subastas, pero que cambien de nombre. ¡O que abran una tienda con sus productos, como hizo Haring en Nueva York!”.

En efecto, el norteamericano Keith Haring (1958-1990) abrió en 1986 su Pop Shop, un comercio que operó en Manhattan durante dos décadas. Como KAWS, Haring había comenzado su carrera haciendo grafitis en el espacio público de la ciudad, donde impuso su reconocible estilo deudor del cómic antes de obtener la validación de las instituciones. Estando ya enfermo como consecuencia del VIH, eligió para pintar su mural Todos juntos podemos parar el sida una zona especialmente degradada del barrio barcelonés el Raval, con la idea de que fuera una intervención efímera. Sin embargo, en 1992 el Ayuntamiento de Barcelona encargó la realización de un calco con el fin de preservarla. Convertida en pieza museística, la pintura se depositó en el Macba, e incluso se ha reproducido en otros emplazamientos.

El artista Keith Haring pinta su trabajo en una gran pared amarilla para una exposición de arte en mayo de 1985.

El mercado y los museos han sido agentes fundamentales de legitimación del arte. Qué es o debe ser considerado arte es una pregunta que se ha planteado muchas veces y respondido otras tantas, pero si hacemos caso a la teoría institucional -formulada por el filósofo George Dickie hace más de cuatro décadas- no se trata tanto de qué es en sí mismo un determinado objeto como del entorno (el “mundo del arte”) en el que se presenta. Un pedazo de madera arrastrado hasta una playa por la corriente no será otra cosa que eso, pero si un artista lo expone como objeto encontrado en un centro de arte se habrá operado la transmutación. Esta teoría se pone a prueba cuando hablamos del street art, que se supone concebido justo para habitar fuera de las instituciones. ¿Niega esto su valor artístico, entonces? Pues, en primer lugar, nadie ha dicho que el “mundo del arte” excluya las calles de la ciudad.

Pero esto no es todo. Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao –antes lo fue del Museo del Prado-, también resalta la discordancia que opera en este ámbito. “El museo debe registrar esas intervenciones callejeras pero no sustituir su sentido y ubicación originales”, afirma. Y no parece confiar demasiado en la autoridad actual de los museos para desempeñar su papel legitimador. “Sospecho que hoy en día los medios de comunicación tienen más capacidad que los museos para decidir lo que es arte o no ante las grandes audiencias”, reflexiona. Sobre el caso específico de Banksy, al que compara con el español El Roto, añade: “Creo que es un ilustrador excepcional, y sin duda también un gran publicista. Sus imágenes y mensajes provocan perplejidad por la forma imprevista de su aparición y son siempre de una enorme eficacia”.

En la imagen el cuadro 'Niña con globo' de la exposición de Bansky 'Una protesta visual', que tuvo lugar en el Chiostro del Bramante de Roma el 10 de septiembre de 2020.
Vista general de la exposición 'Arte callejero - Bansky & Co. L'Arte allo Stato Urbano', en el Palazzo Pepoli Vecchio el 17 de marzo de 2016 en Bolonia, Italia.

La mención a la publicidad nos traslada al ámbito del mercado, que en cambio sí ha demostrado su eficacia como emisor de determinados mensajes. Banksy ya era un artista popular cuando una obra suya se autodestruyó en plena sala de subastas de Sotheby’s minutos después de que cayera el mazo por un precio superior al millón de euros, pero aquella acción marcó un antes y un después en cómo el público percibía su trabajo. En cuanto al arte digital, no parecía interesar demasiado antes de que se difundieran los precios desproporcionados que alcanzaron ciertas piezas de NFT (una unidad no fungible, un ítem digital único) firmadas por Beeple.

“De todo lo que estamos viviendo con el NFT, creo que hay una parte que ha venido para quedarse, aunque hay que separar el grano de la paja”, opina Sergio Sancho, director de la feria Urvanity, que celebrara su quinta edición del 27 al 30 de mayo en el madrileño COAM. Urvanity es la única feria de nuestro país especializada en este tipo de manifestaciones artísticas. Entre las galerías que allí se reunirán destacan Cerquone Gallery, Swinton Gallery, Badr El Jundi o La Gran.

La feria se define como “una plataforma de difusión del Nuevo Arte Contemporáneo”, y Sancho tiene claros sus objetivos. “Una de nuestras principales misiones es acercar al público determinadas expresiones que no estaban siendo consideradas en otras ferias”, explica. “Dándole visibilidad sabemos que el reconocimiento de muchos de estos artistas por ese establishment llegará antes o después. Por otra parte, no sé si hay que hacer mucho caso a los fenómenos mediáticos, pues la prensa va buscando la noticia y esto conlleva que la gente termine pensando que es un mundo muy banal”.

Pinturas digitales del artista Beeple en una exhibición de arte criptográfico titulada 'Nicho virtual: ¿Alguna vez has visto memes en el espejo window._taboola = window._taboola || []; _taboola.push({mode:'thumbs-feed-01',container:'taboola-below-article-thumbnails',placement:'Below Article Thumbnails',target_type:'mix'});
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