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El peligroso engaño de idealizar la timidez: crea problemas en el trabajo y monstruos en internet

La personalidad retraída tiene potencial, en la era del ‘marketing’ personal, de convertirse en problemática

Woody Allen

En una entrevista reciente, el escritor Eloy Tizón, célebre por sus relatos llenos de personajes que dudan, se reprimen y eligen escapar antes que exponerse, comentaba que la timidez podría ser un fenómeno generacional. Desde luego, la literatura española de los años noventa –no solo Velocidad de los jardines (1992), de Tizón– está llena de tímidos memorables, como aquel Sergio Prim construido por Belén Gopegui para La escala de los mapas (1993) o tantos protagonistas de Álvaro Pombo. No era algo aislado. Durante los noventa y los primeros dos miles, la timidez no solo vendía libros, también llenaba cines y dio lugar a todo un género dentro del rock: el shoegaze (literalmente, mirada hacia los zapatos, o sea, que se tocaba y “bailaba” sin levantar la vista del suelo, tanto por timidez como porque había que jugar con los pedales de las guitarras).

Pero hoy Amélie (2001) cae peor que hace 20 años, nosotros no terminamos de empatizar con Adam Sandler en Embriagado de amor (2002) y Joaquin Phoenix en Her (2013) da repelús (algo han tenido que ver las declaraciones de Sofia Coppola, que también sabe mucho de tímidos y sospecha que la película podría ser un mensaje en clave de su ex, el director Spike Jonze).

Hace años que la cultura de la terapia (o del autocuidado) y la del activismo (que se proyecta hacia los demás) gozan de prestigio y de la atención del mercado. Están tan extendidas y son tan populares que inspiran tanto formas de resistencia como estrategias de marketing, y la timidez es un atributo de lo más contraproducente para cualquiera de estos dos universos. Si, como lleva defendiendo la filósofa Sara Ahmed desde 2004, las emociones también son política, ¿qué sentido tendría reprimirlas y no exteriorizarlas, salvo mantener situaciones injustas o privilegios? Así que bien para cambiar las cosas, bien para lograr un ascenso, tanto si buscas externalizar tus traumas más íntimos como si deseas vender un podcast: para ser tú mismo ya no puedes ser tímido.

Malos tiempos para los woody allens

“El mundo contemporáneo exige cualidades opuestas a la timidez, aunque eso quizá no ha acabado con ella, sino que la esconde más. Lo que está en completa decadencia es la figura del tímido ostentoso, la glamurización de la timidez”, opina Marcelo Criminal, músico murciano que acaba de sacar disco (La última casa de apuestas) y que es habitual en debates sobre cine y literatura. “Pienso en el declive brutal del tímido por excelencia: Woody Allen. Más allá de las otras cuestiones por las que cae mal, su personaje no tiene ningún prestigio en el mundo contemporáneo”, continúa el cantante, que, por otro lado, reconoce que para sus propias composiciones (como Perdona, ahora sí que sí) él sigue recurriendo a “personajes neuróticos y tímidos hasta niveles patológicos”.

Ryan O'Neal, un tímido, y Barbra Streisand, la mujer alocada que ha aparecido para salvarlo, en '¿Qué me pasa, doctor window._taboola = window._taboola || []; _taboola.push({mode:'thumbs-feed-01',container:'taboola-below-article-thumbnails',placement:'Below Article Thumbnails',target_type:'mix'});
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