Ouyang Zhu: “Necesitamos referentes mediocres. Parece que los migrantes sólo pueden ser o héroes o criminales”
Gallega, hija de migrantes chinos y creadora del ‘podcast’ ‘Generación Banana’, Zhu mezcla activismo con humor y una honestidad brutal


Si alguien ve gesticular de lejos a Ouyang Zhu (Santiago de Compostela, 24 años) mientras habla, lo normal es que asuma que está contando una anécdota divertidísima. De cerca, uno se puede sorprender ante la disonancia de hallarla inmersa en el relato de un recuerdo escabroso o exponiendo la “crisis existencial” en la que afirma haberse metido por “contarlo todo en internet”.
“Encontré hace poco un blog que escribía cuando era pequeña y pensé: ¿de verdad llevo 15 años haciendo lo mismo? Igual no tengo que hacer un podcast, ¡tengo que ir a terapia!”, dice, partiéndose de risa, la conductora de Generación Banana, programa que creó en 2023 junto a su amigo Jun Zheng (y que ahora lleva en solitario) como medio de expresión para los banana, hijos nacidos en España de migrantes chinos: “Amarillos por fuera y blancos por dentro”, explica.
“Es un proyecto TDAH”, resume Ouyang. “Empezó hablando del tema banana y ha pasado a ser algo más genérico. Todos podemos ser bananas, nuestro envoltorio no tiene por qué representarnos”. En su segunda temporada, ha abordado cuestiones como la gordofobia o la asexualidad y se ha abierto a las experiencias de otros descendientes de migrantes de Asia. Un proceso de inclusión igualmente en marcha desde la Red de Diáspora China, cuya comunicación también lleva. “Sí, soy como el Gran Hermano chino”, ironiza. “Tenemos amigos filipinos, japoneses… y nos daba pena que no hubiera suficiente espacio para ellos. No digo que no sean necesarios espacios propios, porque a la peña del continente asiático se nos homogeneiza y hay que ver la individualidad. Pero esta cosa de la minoría modélica [la ejemplaridad de comportamiento atribuida a sus ] y lo que podemos sufrir por ello está invisibilizado y se pasa por alto”.
“Entre las figuras inspiracionales siempre hay historias muy marcadas por un objetivo concreto o un sueño, y después estoy yo, que no sé lo que quiero hacer con mi vida”
Los esfuerzos alcanzan hasta donde buenamente se puede. “Estamos aprendiendo a organizarnos porque estamos todas precarizadas. Y yo no puedo hacer tantas cosas, sobre todo porque en esto de la divulgación hay mucho extractivismo y siempre te están pidiendo algo, pero gratis”. Se acerca a la grabadora: “Ahora mismo estoy parada, así que si alguien quiere darme trabajo le envío mi currículum”.
Ouyang Zhu, que estudió Publicidad y Relaciones Públicas, cuenta que en los últimos meses se ha dedicado a dar charlas, a ser actriz de doblaje —accedió con una beca para “voces diversas”, concepto que le hace gracia: no tiene acento extranjero—o actriz a secas. Describe su participación en el dossier de talento joven del número de mayo de ICON la siguiente manera: “Entre las figuras inspiracionales siempre hay historias muy marcadas por un objetivo concreto o un sueño, y después estoy yo, que no sé lo que quiero hacer con mi vida”. Más allá de poder ayudar a personas que se identifiquen, insiste en que no se representa más que a sí misma. “Este proyecto existe porque yo lo necesité cuando era pequeña, porque siempre parece que tenemos que crecer en una esquina mirando el suelo, callados, sin quejarnos y solo trabajando”, explica.
“Igual necesitamos referentes mediocres. Con la dana de Valencia, parecía que los migrantes solo podían ser o criminales o héroes que merecían la nacionalidad. Pues no, igual los migrantes merecen existir como cualquiera, estando en la cama y rascándose los huevos”. Los referentes con los que creció Ouyang Zhu, según ella, son los de “una niña Mowgli criada por Shin-Chan y Los Simpson”. Durante la primera temporada de Generación Banana habló de la soledad en la que crecen muchos hijos de migrantes chinos por las exigencias laborales de sus progenitores, hasta que, por alusiones, llevó a su padre de invitado. “Me parece bonito reflejar la complejidad de las relaciones. Yo siento compasión por mis padres como personas, pero también tengo un resentimiento hacia ellos como padres. Era importante darle un hueco a él, porque internet está ocupado por las voces de la gente de mi quinta, y escuchar qué tenía que decir”.
Recientemente se viralizó un fragmento de una entrevista suya en el podcast No hay negros en el Tibet donde hablaba de cómo, desde una coartada de buenas intenciones, a muchas madres migrantes les acaban robando a los hijos. Ella lo vivió en primera persona. “La repercusión me ha abierto heridas que no sabía que tenía”, ite. “Me dio problemas, pero me parece importante tratar esto. A través de los comentarios, descubrí una cosa que se llama criadazgo en Paraguay [acogida de menores de bajos recursos como forma de trabajo infantil encubierto]. Y en Galicia también se hacía eso con las familias más pobres”.
Aunque creció allí y ahora vive en Madrid, al decir “morriña”, acompaña la palabra con un simulacro de arcada. “Santiago me violenta mucho, no lo siento como un lugar al que pertenezca”. Fue la ciudad donde pasó la primera parte de su infancia. “Luego estuvimos en una aldea, y mejor, porque había cabras. Las cabras no son racistas”. Ouyang reconoce que, escuchándose, a veces le impresiona “la normalidad” con la que dice ciertas cosas. “Yo intento abrir conversaciones. Pero hablo de movidas muy personales y tengo que aprender a abordar eso. En teoría, el podcast debía ayudarme a sanar…”, argumenta, sin sonar convencida. “Otra cosa que les pasa a las comunidades migrantes es que no tienen especialistas que entiendan sus vivencias. O se encuentran psicólogos racistas, que les invalidan o les cuestionan lo que consideran racismo”. En este sentido, la creadora de contenido apunta: “Creo que el podcast va a acabar cuando yo deje de estar traumatizada. ¡Así que aún va para largo!”.
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