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“Ser el autor de ‘Wonderful Life’ fue una piedra en el zapato”: Black, el artista trágico al que España quiso más que nadie

Hace 40 años Colin Vearncombe compuso ‘Wonderful Life’, clásico de los ochenta que hablaba de sobrevivir a un accidente. En 2016, falleció en otro sin haber conseguido librarse de la sombra de aquel gigantesco éxito

Black Colin Vearncombe

El 26 de enero de 2016 el nombre de Colin Vearncombe, artísticamente conocido como Black, volvió a los medios tras décadas de olvido. Su fallecimiento a los 53 años en un accidente de tráfico cerca de la ciudad irlandesa de Cork hizo por él lo que no pudo hacer ninguno de sus trabajos musicales recientes: darle notoriedad en la prensa. La totalidad de las necrológicas subrayaron que era el autor de Wonderful Life, uno de los éxitos más recordados de los años ochenta. También que se trataba de uno de esos artistas de un solo éxito (one-hit wonder, en inglés), algo que Vearncombe, de extensa trayectoria, nunca quiso ser. Y eso le llevó a alejarse de la vida pública y buscar la felicidad en sus propios términos.

Nacido en Liverpool en 1962 (el mismo año en que debutaron los Beatles), Vearncombe tenía 23 años cuando compuso Wonderful Life. La canción surgió de un encadenamiento de sucesos desgraciados en su vida. El más paradójico: que había sufrido por entonces dos accidentes de automóvil, el mismo motivo por el que perdería su vida 30 años después. Además, su madre se encontraba gravemente enferma, él se había divorciado de su mujer y su compañía de discos le había despedido. Según la leyenda, estaba sin hogar, sin apenas dinero y salía de una tienda de alimentación cuando escribió la canción en diez minutos, con una intención más sarcástica que esperanzadora. Como rememora el escritor Andrew Keeling en el libro Just making memories: The music of Black/Colin Vearncombe (2024), a la primera maqueta le dio forma en casa de su mánager, Steve Baker, donde el músico iba a dormir intermitentemente por entonces. Utilizó una pequeña grabadora de cuatro pistas y ahí la pasó a cinta. Eso fue hace justo 40 años, en junio de 1985. La grabó posteriormente en los Pink Studios de Liverpool, por 300 libras esterlinas, y la publicó en 1986 en un pequeño sello independiente, Ugly Man Records.

Con anterioridad, entre 1981 y 1985, Black (que se había puesto ese nombre artístico porque consideraba que el de Colin Vearncombe “podía provocar dislexia a la gente”) había publicado cuatro sencillos sin ningún éxito, lo cual llevó a que la multinacional WEA rescindiera su contrato. La primera versión de Wonderful Life le hizo llegar, por fin, a las listas de ventas británicas, pero solo a un modesto puesto 72. No obstante, un ejecutivo de la discográfica A&M le vio potencial y lo contrató para grabar un primer álbum. Decidieron lanzarlo con otros dos sencillos de adelanto en 1987: Everything’s Coming Up Roses fue un inesperado éxito en Austria y Alemania, pero luego llegó la balada Sweetest Smile -también dedicada a la exmujer del cantante-, que alcanzó el top 10 en Reino Unido e Irlanda. Entonces, la compañía decidió relanzar en el mes de agosto Wonderful Life, y a la segunda ya fue la vencida: se convirtió en un éxito en toda Europa y acabó vendiendo dos millones y medio de discos. En la actualidad, se acerca a los 160 millones de reproducciones en Spotify y a los 170 millones en lo que respecta a su clip oficial en Youtube.

En realidad, buena parte del éxito de Wonderful Life se debe a su inolvidable videoclip, que dirigió Gerard de Thame y fue filmado en diferentes localizaciones de la localidad costera de Southport, muy cerca de Liverpool. El vídeo, premiado en el Festival de Nueva York en 1988, es actualmente un motivo de orgullo local utilizado promocionalmente por la Oficina de Turismo de Southport. David Carabén, líder del grupo pop barcelonés Mishima, recuerda que fue a través de la televisión cuando escuchó por primera vez la canción. “La tengo muy identificada con el videoclip, y con esa fotografía en blanco y negro con mucho contraste, muy espectacular. Recuerdo la imagen del cielo sobre el cantante, que iba vestido de traje y de negro. Era un estilo visual muy cercano al de Bruce Weber o al de Herb Ritts, que también había hecho el vídeo de Wicked Game, de Chris Isaak, por la misma época”. Carabén relaciona aquella estética con el espíritu de “una época que ya de por sí era nostálgica. El rescate de otra canción similar, como What A Wonderful World, de Louis Armstrong [que fue un gran éxito en 1988, al reeditarse con la banda sonora de la película Good Morning, Vietnam] también formaba parte de una especie de idealización de los años cincuenta y sesenta, cuando occidente había superado la Segunda Guerra Mundial, el mundo se había pacificado y podíamos hacer grandes planes. A finales de los ochenta ya se entreveía el final de la guerra fría, aquel fin de la historia de Francis Fukuyama, y parecía que todo iba a ir muy bien. A mí, al menos, el vídeo de Wonderful Life me transmite esa sensación de optimismo”.

Colin Vearncombe, alias Black, durante una actuación en  1987.

Un crítico de The Daily Telegraph incidió, en su momento, en la combinación entre esa letra esperanzadora y la melancolía con que la voz grave de Vearncombe lanzaba sus palabras. También en una melodía envuelta en un pop lujoso y sofisticado que convertía a Black en la versión masculina de Sade. Su impecable presencia, siempre trajeado, con su figura larguirucha y su pelo rubio corto con un poco de tupé, ayudó a buscarle un lugar dentro de un jazz-pop adulto y estiloso que marcaba un contraste con el pop juvenil y el optimismo híper eufórico que representaban Rick Astley y las producciones de Stock, Aitken & Waterman, que eran las que arrasaban entonces.

Un clásico contemporáneo

A lo largo de las últimas cuatro décadas Wonderful Life se ha ganado un lugar en la memoria popular. Existe un blog dedicado a la canción en el que la gente envía mensajes contando sus historias personales relacionadas con ella. Su letra, que celebra la vida y la esperanza con un poso agridulce, es un factor muy importante para que personas de todas las procedencias, edades y condiciones la hayan convertido en himno. Suena en bautizos, bodas y funerales. David Carabén observa más aspectos en ella. “Lo más interesante es cómo, tras su aparente sencillez, se esconden cosas mucho más complejas. Todos recordamos ese sonido de marimbas que, en realidad, es un sintetizador que lo reproduce. En aquella época las marimbas estaban muy asociadas a Gassenhauer, la composición de Carl Orff que había popularizado Terrence Malick al utilizarla en Malas tierras. Es una pieza para niños que tiene ese rollo como inocente, de infancia feliz, pero Malick le dio unas connotaciones mucho más oscuras en la película. Black construye su canción de un modo muy parecido y la combinación de ello con la voz grave se lo da todo. El pop funciona cuando amalgama varias partes muy sencillas y construyen toda una catedral de significado, pero a partir de piezas nada complejas”.

Black en Bélgica en 1987.

La frecuente inclusión de la canción en anuncios de todo tipo a lo largo del tiempo (el principal en 1994 para un gran fondo de inversión en Inglaterra), además de bandas sonoras o desfiles de moda, ha convertido a Wonderful Life en estándar pop, que también ha sido versionado por numerosas figuras: de Tony Hadley (Spandau Ballet) a Katie Melua, pasando por Kim Wilde, Zucchero, Ace Of Base o el grupo Pastora, que la adaptó al catalán como Em vindràs a buscar. Carabén indica que hay un claro homenaje a ese tema también en Declaració de principis, de La Iaia. Y no se termina ahí la curiosa conexión de Black con Cataluña. Su última aparición pública antes de fallecer fue en una gala benéfica de TV3, en diciembre de 2015, donde él mismo cantó su propia adaptación al catalán de la canción.

La vida tras un megaéxito

En realidad, la relación de Colin Vearncombe con España viene de lejos. En 1989 puso su voz en dos temas del álbum Autobiografía, de Duncan Dhu, que el dúo donostiarra grabó en Londres. De hecho, su segundo álbum, Comedy, de 1988, tuvo aquí un recibimiento bastante cálido y llegó a figurar entre los diez más vendidos, cosa que no ocurrió en ningún otro país. Aunque al final le cayese el sambenito de one hit wonder, canciones como The Big One o I Can Laugh About It Now (un sencillo que solo se publicó en España) sonaron en nuestro país de un modo nada desdeñable. Su tercer álbum, Black (1991) ya pasó bastante más desapercibido, A&M le rescindió el contrato y él pasó a autoeditarse en su propio sello. Aunque desapareció del ojo público, nunca dejó de hacer música. Llegó a grabar 14 álbumes de estudio (con el nombre de Black algunos, con el de Colin Vearncombe otros) y lo hizo, además, desde una posición más cómoda para un personaje al que no le gustaban ni la fama ni los requerimientos de la gran industria. Fue, también, un tiempo contradictorio para él: Wonderful Life le había dado, por fin, la solvencia económica que no tenía cuando la compuso, y le permitió hacer lo que quería.

Colin Vearncombe, o sea, Black, en un concierto en Edimburgo en 2014, dos años antes de su fallecimiento.

Durante el nuevo siglo, su vida fue bastante estable, afincado en Cork, ya con una imagen distinta (con barba, una calvicie galopante y más arrugas, pero sin abandonar sus trajes), formando parte de un colectivo de artistas, alternando la música con la poesía y viviendo un feliz segundo matrimonio con la cantante sueca Camilla Griehsel, a quien conoció cuando formaba parte del efímero grupo pop One 2 Many, y con quien tuvo tres hijos. Pero había algo en su orgullo personal que lo deprimía. “Creo que llegó a un punto en el que realmente le molestaba ser Colin Vearncombe el de Wonderful Life, y quería que la gente escuchara algo de su otro trabajo, su amplitud y su oscuridad”, declaró a The Guardian Calum MacColl, que colaboró estrechamente con el de Liverpool en sus últimos años. “Ser el autor de Wonderful Life fue como vivir con una piedra en el zapato. Sí, había mucha gente en el mundo que no tenía zapatos, pero eso no mejoraba mi percepción de la situación”, declaró el músico a la misma publicación unos años antes. En otra entrevista, se quejó con amargura de la deriva que había adquirido la música pop, en la que él ya no podía encontrar su lugar. “Me desesperan algunas de las canciones que triunfan. Realmente me enferma que el vocabulario de la canción popular se haya reducido ahora a unas 200 palabras. Es como si se estuvieran burlando de su público”, declaró a The Independent.

La sombra de su gran hit llegó a obsesionar tanto a Black que, en su álbum de 2005, Between Two Churches, llegó a ironizar con la situación en una canción titulada Are You Having A Wonderful Life. Su letra decía lo siguiente: “Esta fue una canción que escribí hace demasiados años/ Más de lo que quisiera saber/ O que quisiera que recordaras/ Nací a tiempo para ver morir los años sesenta/ Nací demasiado tarde para saber qué fue tan grandioso/ O recordar/ El río corría por el otro lado/ Donde nunca puede volver/ ¿Estás teniendo una vida maravillosa?”

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