Julio de la Iglesia, experto en gestión del miedo: “La sobreprotección es el intento de evitar que los hijos sufran, pero impide que crezcan”
Para el especialista en desactivación de explosivos, divulgador y autor, muchos adolescentes crecen convencidos de que no pueden fallar, cuando lo que realmente necesitan es espacio para equivocarse, frustrarse y aprender a levantarse


Julio de la Iglesia (Madrid, 60 años) sabe lo que es convivir con el miedo. Es especialista en desactivación de explosivos, coach certificado por la ICF (Federación Internacional de Coaching) y lleva desde 2012 trabajando con esta emoción que paraliza a muchos, pero que él ha convertido en motor de cambio. En la actualidad, es uno de los conferenciantes españoles más reconocidos, según la consultora global Thinking Heads, y da charlas en empresas, universidades e institutos, donde enseña a adolescentes, padres y directivos a mirar al miedo de frente.
En sus encuentros con jóvenes de entre 14 y 22 años lanza un mensaje que cala: “Todos tenemos algo especial. Un talento, una fortaleza, un valor que no depende de las notas, ni de las opiniones de otros, ni de los likes”. Los anima a descubrir lo que les hace diferentes. Porque ahí, insiste, está su verdadero poder. En 2022 publicó El miedo es de valientes (Alienta Editorial), un libro que resume la filosofía que transmite en cada charla y en el que subraya: “No hay crecimiento sin miedo. Solo atravesándolo es posible avanzar”.
PREGUNTA. Su libro se titula El miedo es de valientes. ¿Qué significa esa frase en el contexto de la crianza?
RESPUESTA. Ser valiente no es no tener miedo, es aprender a moverse con él. En la crianza, eso significa dar espacio a los hijos para que exploren, se equivoquen, se caigan y aprendan. No hay crecimiento sin error, y sin error no hay mejora. Solo así aprenden a tomar decisiones y a asumir sus consecuencias.
P. ¿Hasta qué punto los temores de los padres acaban marcando su manera de educar?
R. Mucho más de lo que creemos. Los miedos se contagian, y entre padres e hijos, aún más. A veces no hace falta decir nada: el niño ya siente la inseguridad, la ansiedad, la desconfianza. Muchos padres, por proteger, sobreprotegen. Y lo que transmiten es inseguridad, falta de confianza. Y consiguen justo lo contrario: que su hijo sea incapaz de hacer las cosas por sí mismo.
P. ¿Se puede entender la sobreprotección como una expresión de miedo adulto?
R. Sin duda. La sobreprotección es el intento por parte de los padres de evitar que los hijos sufran, pero acaba impidiendo que crezcan. Cada vez que evitamos que un adolescente se enfrente a lo que teme, estamos alimentando ese temor. Y así no se supera. El único camino hacia la valentía es atravesarlo.
P. ¿Cómo ayudar a un niño o adolescente a identificar sus miedos sin avergonzarse?
R. Lo primero es normalizar lo que sienten. El miedo no es una debilidad, es una emoción natural que nos protege. Pero también puede limitarnos si no aprendemos a gestionarlo. Siempre les repito una frase clave: “Valiente no es quien no tiene miedo, sino quien lo siente y, aun así, da el paso”. Y les insisto en que el valor, por sí solo, no basta: también hay que estar preparado para afrontarlo y superarlo.

P. ¿Qué papel tiene el miedo en la construcción de la autoestima?
R. Es como una puerta. Detrás está nuestra mejor versión. Cuando te atreves a mirarlo de frente, te encuentras contigo mismo. Es ahí donde empieza el crecimiento real. Conectas con el coraje, con tu autenticidad. El miedo te confronta, pero también te revela.
P. ¿Dónde está la línea entre miedo y prudencia?
R. El miedo sano te protege. El miedo tóxico te paraliza. Si un miedo te impide avanzar, puede que no sea miedo, sino una excusa que oculta inseguridad, falta de preparación o de confianza. En esos casos, te está mostrando lo que necesitas mejorar.
P. ¿Se puede enseñar a un hijo a ser valiente sin exigirle que no tenga miedo?
R. No. El miedo es el punto de partida. Si no hay miedo, no hay superación. Es importante enseñarles que no pasa nada por sentirlo. Lo importante es saber qué hacer con él: escucharlo, prepararse mejor y dar el paso igualmente.
P. Lleva más de una década dando charlas en institutos y universidades, además de tratar a niños y adolescentes en sesiones individuales en su consulta de Madrid. ¿Qué inquietudes detecta entre los jóvenes?
R. La mayoría de los adolescentes y universitarios quieren saber cómo superar el miedo al fracaso, cómo manejar los conflictos con sus padres, qué hacer si no encuentran un trabajo digno o cómo van a poder pagar un piso algún día. Lo que más les impacta es descubrir que no tienen que ser perfectos para ser valiosos. Y que sentirse perdidos forma parte del viaje.
P. ¿Y qué consejos suele darles a los chicos en sus charlas?
R. Les cuento que yo también tardé en encontrar mi camino, y que fue en ese proceso donde descubrí quién era y qué me gustaba de verdad. Los animo a buscar lo que los hace únicos, aquello que los diferencia.

P. ¿Cuáles son los temores más comunes en los adolescentes?
R. Los más jóvenes suelen preocuparse por no encajar, por no ser aceptados por el grupo o por la presión de las redes. Los mayores temen no triunfar, no encontrar un lugar en el mundo que les dé seguridad y sentido o no tener un futuro en condiciones. Es un miedo que se disfraza de exigencia. Muchos ya no necesitan que les presionen desde fuera, porque se presionan ellos mismos. Y ahí empieza el bloqueo.
P. ¿Qué estrategias propone para que los adolescentes aprendan a convivir con el miedo?
R. Conversaciones sinceras, sin minimizar lo que sienten. Les pongo ejemplos reales. Por ejemplo, yo he sido claustrofóbico. Sentía un miedo atroz a quedarme encerrado, a no poder respirar, a no poder escapar. Solo con ver una puerta cerrarse, pensaba que iba a morir. Hasta que aprendí a detectar los síntomas a tiempo para no bloquearme. Ahora sé que esa angustia agota, pero no mata. Y que si le plantas cara, pierde fuerza. Les explico que cuando sienten miedo es porque están justo en la frontera entre lo que son y lo que pueden llegar a ser. El miedo es el guardián de la zona de confort. Si quieren avanzar, tendrán que enfrentarlo.
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