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Manuel Otero, director del IICA: “El gusano barrenador está volviendo y es un llamado de atención para todo el continente”

El jefe del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura llama a todos los países de la región a trabajar juntos para mitigar la plaga que se creía controlada desde 1991

Un vaquero marca a una vaca después de istrarle medicina contra el gusano barrenador en Chihuahua, el 16 de mayo.
Erika Rosete

Nunca ha sido más cierto aquello de “juntos somos más fuertes”. Lejos de ser un eslogan, la frase condensa el factor más importante que requiere la actual situación que viven varios países de América Latina, con el resurgimiento de la enfermedad de miasis, provocada por el Gusano barrenador de ganado (GBG), esas pequeñas larvas mortales que la mosca cochliomya hominivorax deposita en heridas de animales de sangre caliente hasta enfermarles y provocarles la muerte. La infección es solo el inicio. Esta enfermedad, que puede transmitirse también a humanos, ha provocado en los últimos meses un frente político abierto entre los gobiernos de Estados Unidos y México, ante el temor de que la enfermedad pase la frontera y afecte al país vecino. “Como consecuencia del cambio climático y de otra serie de factores, el GBG está volviendo. Y esto es un llamado de atención no solo para México, o Centroamérica, sino para todo el continente. Este tema no se puede tratar aisladamente por un país, tiene que ser un esfuerzo concertado”, asegura enfáticamente el doctor Manuel Otero, director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

El IICA, un organismo de cooperación técnica, que agrupa a 34 países , desempeña un papel fundamental en la agenda regional actual para tratar de que la enfmerdad del GBG no continúe avanzando. Tiene alianzas con la Comisión Panamá–Estados Unidos para la Erradicación y Prevención del Gusano Barrenador del Ganado (COPEG), también trabaja de cerca con el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA), y con el Organismo Internacional de Energía Atómica, así como con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Estas instituciones llevan a cabo trabajo conunto en los países donde se han tenido registros de presencia de GBG para que se frenen lo antes posible los efectos devastadores para la economía y el consumo.

En Centroamérica, dado el flujo de ganado que atraviesa con destino hacia el norte, el IICA ha llevado campañas de concientización a productores, entregado kits de primeros auxilios y capacitado con sus profesionales a quienes se encargan de las tareas de prevención y mitigación. “En México hemos generado esclusas para tratar de frenar el avance, y todo eso por un monto cercano al millón 650.000 dólares [con carácter de emergencia] que, insisto, es solo una parte y un mensaje para los países de que esto se resuelve con acciones coordinadas, integrando a todos los actores, teniendo mucha voluntad política de los ministerios para saber cómo frenamos el avance de la enfermedad”, reitera Otero.

Manuel Otero, director del IICA

Hace solo unos días, el panorama en México dio un giro que, según el secretario de Agricultura, Julio Berdegué, es una buena noticia. El funcionario y su homóloga estadounidense, Brooke Rollins, se reunieron en videoconferencia y acordaron que una delegación del Departamento de Agricultura viajará en los próximos días a territorio mexicano para evaluar las acciones que las autoridades locales han puesto en marcha para contrarestar la enfermedad.

Berdegué adelantó, además, que tras superar el nivel más alto de registros de la existencia del gusano barrenador en México durante el mes de abril —en entidades como Chiapas, Tabasco y Campeche—, el avance de la enfermedad estaba controlado: “La campaña contra el gusano barrenador está dando muy buenos resultados. El número de nuevos casos por semana está cayendo rápidamente en todas partes. El Centro y el Norte están libres de la plaga. Solo el 0,005% del ganado se ha infectado alguna vez”, escribió este miércoles en su cuenta de X.

Sin embargo, pese a que Rollins confirmó también una inversión de 21 millones de dólares, para renovar una planta de moscas estériles en Chiapas, aseguró que todavía siguen vigentes las restricciones al ganado mexicano a su país, una medida que inicialmente duraría solo 15 días, y que ahora, varios días después de cumplido el plazo, será nuevamente revisada cada 30 días por las autoridades estadounidenses.

La situación, que integrantes y profesionales del IICA evitan comunicar como una “crisis”, trae nuevos retos, después de los más de 30 años de que la copperación internacional lograra erradicarla. “Hay que hacer actualización de algunas investigaciones, hay que volver a crear conciencia en los productores; acá necesitamos servicios veterinarios fuertes, articulación horizontal, incluyendo a todos los actores de la cadena cárnica, y del resto de los organismos internacionales y un trabajo coordinado de los países, digamos, de Centroamérica junto a México, para frenar primero la base y luego volver a pensar en la erradicación”, zanja Otero.

Alejandra Díaz, que trabaja en el programa de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad de Alimentos del IICA, recuerda que el GBG es una enfermedad transfronteriza de alto impacto: “Si bien reconocemos que hay un impacto muy grande en el ganado, no podemos dejar o de perder de vista también que afectan a los ecosistemas frágiles”. Díaz consideró que México está en “un trabajo preventivo fuerte” y que el Instituto está en constante comunicación con el Gobierno. Otero complementó: “En los últimos 90 días hubo una reunión con todos los ministros de agricultura de Centroamérica, justamente para avalar el proceso de concientización que estamos ante una enfermedad que no respeta fronteras”, dijo.

Un trabajador trata las heridas de una vaca en Chihuahua, el 16 de mayo.

Al ser cuestionados sobre qué falló regionalmente para que una plaga que se creía controlada haya resurgido, Otero y Díaz explican que las razones son multifactoriales que favorecieron la vuelta del GBG: los efectos del cambio climático en la región, los nuevos y masivos flujos migratorios como el del tapón del Darién, el movimiento animal de Centroamérica hacia el norte, entre otros. “Hay que pensar es que el freno a las exportaciones de la carne del ganado de México a Estados Unidos me parece que está generando pérdidas directas de algo así como 20 millones de dólares semanales. Eso es mucho dinero. Además de la afectación de cuando se detectan estos animales que no son curados que aumentan seguramente los índices de mortalidad bajan los índices reproductivos, estamos en presencia de un tema serio que requiere necesariamente más recursos y esa es la razón por la cual el IICA ha dado con carácter de emergencia es la suma que señalé”, concluye Otero.

En México el IICA se centra en fortalecer las medidas sanitarias y de inspección para prevenir la propagación de la enfermedad. Una de esas acciones es el fortalecimiento de la segunda barrera de inspección sanitaria al ganado en el Punto de Verificación e Inspección Federal (PVIF) de Cosamaloapan, en el estado de Veracruz, “donde se realizan mejoras en el área del patio de maniobras y en los corrales, además de la adecuación de equipos especializados para la inspección y tratamiento del ganado”, explican.

En un escenario donde la cooperación es indispensable, el IICA actúa como puente entre países, instituciones científicas, organismos de cooperación y sectores productivos. “Estamos frente a un desafío regional que exige cooperación sostenida. La erradicación del GBG representa uno de los mayores retos sanitarios actuales. Aunque en el pasado se logró eliminar esta enfermedad con éxito mediante una combinación estratégica de prevención y la Técnica del Insecto Estéril (TIE), hoy enfrentamos un escenario más complejo que requiere redoblar los esfuerzos de cooperación regional”.

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Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.
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