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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El cónclave de la encrucijada

La Iglesia católica afronta el reto de revertir o dar continuidad al legado de aperturismo que ha dejado el papa Francisco

Un momento de la misa celebrada este domingo en la basílica de San Pedro en homenaje al papa Francisco.
El País

Desde este miércoles, 133 cardenales reunidos en la Capilla Sixtina tratarán de alcanzar los dos tercios de mayoría que exigen las normas del cónclave para determinar quién será el hombre encargado de pilotar la Iglesia católica tras el pontificado de Francisco en una nueva etapa en la que se presentan importantes desafíos internos y externos. Del próximo papa, que recibe el poder absoluto en la Ciudad-Estado del Vaticano y en la organización de la Iglesia, depende continuar, modificar o abandonar la senda reformista emprendida por Jorge Mario Bergoglio en un mundo cada vez más cambiante y plural.

Por eso, uno de los principales retos será encontrar un candidato que mantenga la unidad dentro de una organización a la que pertenecen 1.200 millones de personas en todo el mundo y que se encuentra profundamente dividida entre sectores conservadores y progresistas. El legado de Francisco ha generado tensiones internas notables que se están haciendo palpables y públicas en las declaraciones de los cardenales en estos días previos al cónclave. El papa fallecido destacó por una inédita apertura hacia temas como el diálogo con la comunidad LGTBI y las minorías. Esto ha generado la reacción de sectores conservadores que condenan la homosexualidad, consideran que se ha llegado demasiado lejos y ahora ven en el cónclave la oportunidad idónea para frenar esta apertura o dar marcha atrás.

Otro eje de discusión es la continuación del compromiso social de la Iglesia que ha cobrado fuerza en la última década. Francisco colocó a los inmigrantes y refugiados en el centro del mensaje evangélico, recordando insistentemente que la acogida y la defensa de la dignidad humana están por encima de las fronteras y los intereses nacionales. Esta postura, que ha llevado a un enfrentamiento directo con el presidente de EE UU, Donald Trump, ha sido una de las intervenciones más contundentes de la Iglesia en asuntos globales. La deriva autoritaria de Trump obligará a la Iglesia a tomar posición en más asuntos en los próximos años.

El tercer gran punto es el medio ambiente, donde bajo el liderazgo de Francisco la Iglesia adoptó un lenguaje inu­sualmente directo contra la destrucción ambiental, proponiendo una “ecología integral” que vincula la justicia social con el cuidado de la naturaleza. El nuevo papa deberá demostrar si este viraje es un cambio estructural o solo una impronta personal de Francisco. Lo mismo sucede con la gestión de tolerancia cero y reconocimiento público de los numerosos casos de abusos sexuales en todo el mundo cometidos por sacerdotes y religiosos. Francisco fue expeditivo, por ejemplo, con su orden de investigación sobre lo sucedido en España, la destitución en bloque de toda la Conferencia Episcopal chilena o la disolución irrevocable de movimientos religiosos donde se han producido abusos. Hay sectores a los que incomoda esa transparencia, porque consideran que perjudica a la institución.

En el ámbito internacional, el nuevo papa tendrá que navegar un panorama geopolítico volátil en el que el Vaticano ha protagonizado contradicciones que el nuevo líder tendrá que clarificar. Destacan las relaciones con China, con la que el Vaticano tiene firmado un polémico acuerdo secreto muy cuestionado por representantes de ambas líneas ideológicas y la disidencia china, y una posición ambigua respecto a la guerra de Ucrania.

El cónclave se presenta así como una encrucijada histórica. La Iglesia deberá definir si desea reafirmar el giro pastoral y social iniciado por Francisco o si optará por un retorno al inmovilismo doctrinal.

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