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Columna
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Lo mejor de las personas

En contra de lo que decían las redes, los vecinos se volcaron en ayudar a Abel durante el apagón, un enfermo de esclerosis múltiple

Apagón historias
Rebeca Carranco

Cuando Abel se quedó tirado en el portal de su edificio de Barcelona con el apagón, la primera que decidió quedarse a su lado pasase lo que pasase fue la conserje, Rosi. “Si hace falta, me bajo un saco de dormir y me quedo a dormir con él”, aseguró a este diario, con la determinación de un soldado. En el trajín de entradas y salidas de la vivienda, no había vecino que no se ofreciese a Abel, enfermo de esclerosis múltiple que se desplaza en sillas de ruedas, para lo que necesitase. También a subirlo a pulso hasta el noveno piso en el que vive.

Su historia la explicamos en EL PAÍS, pero es sabido que cada vez es más difícil que alguien lea una noticia completa. Mejor no les comparto las estadísticas del tiempo de permanencia. El ritmo incesante de TikTok e Instagram nos ha dejado enganchados a la siguiente emoción y el dedo nervioso casi se nos dispara solo. Pasa lo mismo con las apps de ligue, donde el siguiente ligue está solo a un desliz de pantalla.

Quizá por esa dificultad para atender, para centrarnos aunque sea tres minutos en una sola cosa, los mensajes en las redes, cuando publicamos la historia de Abel, de 46 años, fueron la mayoría una crítica a la insolidaridad. “¿Lo de subirle entre dos o tres no nos lo sabemos?”, “Si fuera hace 20 años, los vecinos del patriarcado estarían subiéndole a hombros. Pero, claro, ahora explícaselo a Moha, Yasin, Abdel…”, “Mientras tanto, el pueblo español de cañas esperando a que sus dioses le devuelvan la electricidad”, “Qué vecinos tan hijosdeputa” “No hay ningún vecino con cojones de echárselo al hombro y subirle a su casa?”…

Es cierto que también se dio un poco de luz en la oscuridad (perdonen el chascarrillo). “A ver, leeros [sic] un poco la noticia, que le han ofrecido subirle”, escribió una usuaria de X, como una gota en el desierto del fast food informativo. La pirámide invertida es más importante que nunca: si se pasa del titular, subtítulo y cuatro primeras líneas es un logro. Si alguien te envía el final de tu artículo, como prueba de que lo ha acabado, se ha hecho el milagro.

Las más de 10 horas que duró el apagón se hicieron largas, pero en esa misma lógica de consumo de emociones a todo trapo, se olvidó pronto. Más si encima le sucedió un puente, en el que la vida volvió enseguida a lo de siempre. Menos para los vecinos de Abel, que cuando regresaron a sus casas, encontraron una carta colgada en el ascensor que aquel día del apagón no pudo coger.

“Queridos vecinos, soy Abel, el vecino que se desplaza en sillas de ruedas. El lunes, como ya muchos sabéis, no podía acceder a casa por mis propios medios”, empezaba su escrito. “Os quería dar las gracias a todas las personas que os interesasteis por como estaba y de hacerme saber que, fuera como fuera, yo llegaría a mi casa”, les decía. “Me siento muy reconfortado de ver que en los momentos más difíciles sale lo mejor de las personas. Sabía que tenía buenos vecinos, pero no, sois fantásticos. ¡Muchísimas gracias y nos seguimos viendo!”, les dedicó.

La noche del apagón, Abel durmió en casa. Sus reticencias eran dos: separarse de su silla eléctrica, que pesa muchísimo, pero que le permite moverse con autonomía. Y la segunda, que en ese esfuerzo de cogerle entre varios se lastimase. Al final, unos vecinos pararon a una patrulla de la Guardia Urbana que pasaba por la zona. Los agentes aprovecharon que había un vehículo de transporte sanitario en la zona, que les dejó una silla normal, que no pesa tanto. Entre todos ellos, cargaron a Abel hasta su casa en el noveno piso. Y su silla, la eléctrica, la dejó atada en el portal con un candado. Al día siguiente, la vida volvió a la normalidad.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.
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