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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Israel conquista las ruinas de Gaza

La invasión permanente de la Franja anunciada por Netanyahu es el último paso de una limpieza étnica perpetrada con total impunidad

Dos tanques avanzan por la franja de Gaza el pasado sábado.
El País

Los peores presagios para la población civil palestina de la franja de Gaza se confirman con cada resolución que adopta el Gobierno ultraderechista del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. La decisión unánime adoptada el lunes por su gabinete que ratifica la conquista y ocupación del territorio palestino no solo es intrínsecamente injusta hacia una población martirizada y sometida a una auténtica limpieza étnica, sino que supone un nuevo obstáculo insuperable en la consecución de una paz justa además de constituir una nueva violación de la legalidad internacional en un conflicto donde Israel ha cruzado todas las líneas rojas ante la inexplicable y cómplice, con escasas excepciones, pasividad internacional.

Saltándose cualquier resolución de Naciones Unidas, Netanyahu y sus colaboradores han decidido cambiar legalmente el propósito de la ofensiva militar contra Gaza, iniciada en respuesta al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023, dando carta de naturaleza a la conquista de territorios palestinos y permanencia en estos. Es decir, el Ejército israelí no se va a marchar de las zonas conquistadas de la Franja independientemente de si los objetivos por los que se declaró la guerra —liberación de los rehenes, destrucción de Hamás y cambio de gobierno en la Franja— se cumplen o no. Es la oficialización de una inaceptable e injustificable conquista, vista como una inconcebible posibilidad por los más pesimistas cuando Netanyahu lanzó a su ejército contra el territorio donde se hacinan dos millones de personas que no tienen donde escapar de la guerra y que han pagado hasta el momento un aterrador precio estimado en más de 50.000 vidas.

Dispuesto a emplear todos los recursos a su alcance para lograr su objetivo a pesar de que ello suponga un grave perjuicio económico y social a su propia sociedad, Netanyahu ha ordenado una nueva llamada a filas de miles de reservistas necesarios desde el punto de vista logístico para realizar la ocupación militar permanente. La estrategia implica además, de nuevo, el desplazamiento de decenas de miles de refugiados palestinos del norte de Gaza, algunos de los cuales han ido perdiendo seres queridos y pertenencias desde que tuvieron que abandonar sus hogares hace más de un año huyendo de los ataques indiscriminados de la aviación e infantería israelíes. El terrorífico modelo de actuación que se utiliza es la ciudad de Rafah, fronteriza con Egipto y paso estratégico de bienes de primera necesidad: antes de la guerra vivían allí unas 200.000 personas y ahora ha quedado reducida a una ciudad fantasma en escombros.

Netanyahu puede actuar con total impunidad porque no siente la más mínima presión para poner fin a su mortífera estrategia en la Franja que además ha reforzado su proyecto autoritario respecto a la sociedad israelí. En el plano interno poco importan ya los rehenes en manos de Hamás que puedan seguir vivos —de los 59 que quedan, hasta los cálculos más optimistas estiman que la mayoría están muertos—, ni los graves cargos judiciales por fraude y abuso de poder que pesan contra él, ni los cientos de miles de personas que durante meses se manifestaron contra su deriva belicista. En el exterior, la orden de detención internacional contra él apenas pasa de ser un mero simbolismo, la istración de Trump sigue apoyando política y logísticamente sus acciones y, a pesar de las declaraciones condenatorias, Israel sigue realizado pingües negocios militares con los países occidentales. Todo, sobre una montaña inimaginable de ruinas, miseria y muertos.

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