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Matanza de El Paso
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Fundir el odio en un abrazo

Un encuentro inesperado entre el asesino y sus víctimas pone el cierre a uno de los eventos más amargos de El Paso, la matanza de 23 personas en 2019

Adriana Zandri, la viuda de Iván Manzano, abraza a Patrick Crusius, el asesino de su marido y otras 22 personas.
Luis Pablo Beauregard

Un gesto poderoso ha pasado casi desapercibido en estos tiempos de crueldad premeditada. La víctima de uno de los crímenes recientes más atroces de Estados Unidos abrazó el martes al victimario, el culpable del infame tiroteo racista perpetrado en un supermercado de El Paso, Texas, en agosto de 2019. Apenas un instante ha servido de cierre a uno de los eventos más amargos de la historia de esta ciudad fronteriza. Quizá sin haber sido calculado, un abrazo que duró apenas unos segundos encierra toda la esperanza en estos momentos de deshumanización del otro, del diferente, del que tiene otro color de piel.

La escena se registró este martes, un día después de que Patrick Crusius se declarara culpable ante un juez estatal del asesinato de 23 personas en una tienda de Walmart. El homicida, quien ya había sido castigado a 90 cadenas perpetuas en un juicio federal de 2023, aceptó que el tiroteo fue motivado por su odio a la comunidad hispana y por la supuesta “invasión latina de Texas”, una idea alimentada por el supremacismo blanco en la primera presidencia de Donald Trump.

Crusius, de 26 años, nunca se ha arrepentido por sus crímenes. Este martes, encaró a aquellos a quien destrozó la vida en una intensa vista judicial cargada de emociones. Aunque unos pocos quedaron insatisfechos con la decisión de los fiscales de no perseguir la pena de muerte, la mayor lección de la jornada la dio Yolanda Tinajero, quien perdió aquella mañana del 9 de agosto a su hermano Arturo Tury Benavides, un veterano del Ejército y conductor retirado de un bus público que tenía 60 años al momento de su muerte.

“Deseo en el corazón abrazarte fuertemente para que puedas sentir mi perdón y, especialmente, mi pérdida”, dijo Tinajero ante la sala. “Sé que eso no está permitido. Quiero que veas y sientas a quienes hemos sido impactados por tus actos, que nos han acercado al amor de Dios, y que eso te demuestre que esta ciudad sabe perdonar”, siguió.

Crusius la observó con el rostro impasible, el mismo que ha mostrado en decenas de ocasiones en los largos años en los que se ha extendido el proceso judicial por el tiroteo. El asesino, entonces de 21 años, manejó casi 1.000 kilómetros por nueve horas desde un suburbio de Dallas para cometer los crímenes. Lo hizo en una vibrante zona fronteriza que abarca dos países y una sola comunidad en El Paso y Ciudad Juárez, en Chihuahua (México).

“Si solo hubieras venido antes para conocer nuestra cultura, habrías experimentado la calidez y lo bondadoso que somos los latinos. Te habríamos abierto las puertas para compartir comida, un desayuno, una comida a la mexicana. Así entonces tus horribles ideas sobre nosotros habrían desaparecido”, continuó Tinajero, quien acudió a la audiencia acompañada de su hija.

Este tipo de audiencias se dan una vez que los acusados han sido declarados culpables. El juez presta el micrófono a las víctimas para que estos puedan dejar en los registros cómo los delitos afectaron sus vidas. El proceso busca la sanación emocional de los afectados después de todo lo vivido. Y Yolanda Tinajero no desperdició un solo segundo mientras contó con el uso del micrófono.

“Ahora vivirás en soledad el resto de tu vida, y en esa soledad sentirás la nuestra. Eres demasiado joven para estar aquí, pero eso fue lo que tú elegiste. Espero y pido a Dios que puedas arrepentirte y encontrar el perdón del Señor”, concluyó. Después de sus palabras, el juez Sam Medrano quiso saber si realmente abrazar al asesino podría poner punto final a su pesadilla.

-“Sí”, respondió simplemente Tinajero.

El magistrado dio permiso entonces de romper el protocolo. Las cámaras de los fotógrafos en la sala captaron la escena, en la que el asesino recibe el gesto con cara de confusión. Para ese entonces, los presentes ya estaban secándose las lágrimas ante lo que parecía una escena de un drama de tribunales hecho en Hollywood. El periodista Robert Moore, de El Paso Matters, lo calificó como el “momento más poderoso” que había atestiguado en sus 40 años de carrera.

El abrazo abrió la puerta a otras víctimas. Adriana Zandri, quien perdió en el tiroteo masivo a su esposo Iván Filiberto Manzano, pidió al juez una oportunidad para repetir el gesto. En esta ocasión, sorprendentemente, Crusius, quien tenía las manos esposadas, devolvió el abrazo. Zandri, quien vive en Ciudad Juárez, declaró el lunes ante el asesino el orgullo de sus raíces mexicanas. “Mi esposo era orgullosamente mexicano. Como esposa y madre, me enorgullece haber sido parte de esta familia mexicana”, dijo al asesino.

La matanza de El Paso quedará grabada en la historia de la ciudad. Lo dice el periodista y escritor local Richard Parker, quien utilizó el sangriento episodio como excusa para escribir su nuevo libro, The Crossing: El Paso, the Southwest, and America’s Forgotten Origin Story. “Superar el odio y los baños de sangre es algo que está profundamente enraizado en esta ciudad”, escribe el autor.

El gesto de Tinajero y Zandri muestra los límites de la justicia. Crusius no vivirá un solo día en libertad. Con 90 cadenas perpetuas a cuestas, a veces el sentido de la justicia, y la paz, se encierra en algo tan sencillo como un abrazo.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.
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