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Marina Lopes, autora de ‘Por favor grita a mis hijos’: “El título del libro es como decir: ayúdame con la crianza, hagámoslo juntos”

Tras recorrer países como Holanda o Mozambique como corresponsal, la profesora universitaria publica su primer libro, en el que hace hincapié en la importancia de vivir la paternidad en comunidad para que los hijos sean más libres e independientes

Marina Lopes, periodista y profesora, es de la creencia de que el sentimiento de tribu tiene que ser una realidad para criar mejor.
Carolina García

La periodista y escritora Marina Lopes (São Paulo, 36 años) descubrió la importancia de vivir en comunidad, sobre todo cuando se tienen hijos, tras tener la oportunidad por su trabajo de viajar por países como Mozambique, Indonesia, Singapur, Japón, Suecia y Francia —fue corresponsal de The Washington Post en Brasil de 2016 a 2020—. En todos esos lugares, Lopes investigó las distintas maneras y valores de la crianza, lo que le llevó, una vez de vuelta a Estados Unidos —vive en Washington— a escribir su primer libro, Please Yell at My Kids (Por favor grita a mis hijos, en castellano, no disponible en español, aunque se puede adquirir en inglés, editado por Balance, 2025).

En el libro, la también profesora adjunta de Comunicación en la American University en la capital estadounidense crítica que la crianza actual es cada vez más individualista y está supeditada a alcanzar unos objetivos irreales y extremadamente perfeccionistas. Por ello defiende, a escudo y espada, la importancia de vivir la maternidad y paternidad en comunidad. “El objetivo es una crianza en la que nos ayudemos unos a otros como algo normal, no solo cuando ocurren cosas extraordinarias”, relata esta madre de dos hijos durante la charla telefónica con EL PAÍS.

PREGUNTA. ¿Por qué eligió titular su libro Please Yell at My Kids?

RESPUESTA. Viajando me percaté que en todos estos países, que tienen un sentido muy fuerte de comunidad, la gente regaña a los hijos de los demás. La forma en que funciona, por ejemplo, en los Países Bajos es que si ves a un niño portándose mal, puedes decir: “¡Eh, tú! Deja de hacer eso”. En cambio, en Estados Unidos no haces eso. Se considera algo muy malo regañar a los hijos de otro porque no sabes qué filosofía de crianza está siguiendo, y creo que la gente tiene mucho miedo de educar a los niños de otros. Pero lo que vi en Singapur, en Malasia, en Mozambique, en Brasil, es que cuando regañas a los hijos de otra persona no solo estás regañando, también los abrazas, los elogias, los estás educando. La crianza no debería ser solo responsabilidad de una o dos personas. Debería ser responsabilidad de la comunidad. Así que la idea de Please Yell at My Kids es un “por favor, ven y ayúdame a educar a mis hijos”. Es como decir: “Ayúdame con la crianza. Hagámoslo juntos”.

P. ¿Qué le inspiró a explorar las distintas culturas de crianza?

R. Creo que fue cuando me convertí en madre. Fue cuando me di cuenta de cuántas decisiones de crianza son decisiones culturales. Cuando tienes un hijo tienes que tomar muchas decisiones: sobre el sueño, sobre lo que va a comer, cómo vas a disciplinarlo. Y me di cuenta de que muchas de esas decisiones son diferentes culturalmente, incluso el momento de nacer es diferente.

P. ¿En qué es diferente?

R. Cada país tiene sus rituales. Por ejemplo, en Brasil, el nacimiento es una fiesta. Invitas a todas las personas de tu entorno, como 40 o así, y están allí en el momento en que el niño nace, incluso en el quirófano, si es cesárea pueden estar. Luego se quedan, traen comida y decoran el cuarto del hospital. Algunos hospitales incluso tienen tiendas de vino para que elijas el que vas a servir en la habitación del hospital.

P. ¿Y esa situación no agota a la madre tras el parto?

R. En mi caso, aunque sabía que iba a ser lindo tener a la familia y amigos allí, me parecía agotador. Y aun así, cuando parí estaban todos allí, mi familia, como 30 personas, de Brasil y la de Estados Unidos, amigos de mis padres, abuelos, tíos… Y no fue fácil tenerlos allí porque mi parto fue difícil y mi hijo estuvo en la UCI neonatal. Mi hijo no estaba conmigo en la habitación y lloraba todo el día. Y pensaba: “Por favor iros todos a casa”. Pero no se fueron. Vinieron todos los días y me fui dando cuenta de cuánto les necesitaba. Y empecé a hablarles de cómo me encontraba y cogieron mi mano, me contaron sus experiencias y sentí cómo me llenaba de sabiduría de diferentes generaciones. Y es que mis familiares no solo estuvieron allí en el nacimiento, me ayudaron el primer año con la lactancia, con el sueño del bebé… y me di cuenta del valor de la comunidad en la crianza. Que lo importante no era la fiesta, era la comunidad.

P. ¿Cuándo se mudó a otros países hubo algo que llamase su atención sobre cómo criaban?

R. La tendencia actual en todos los países es criar de forma individualista, aunque en todos quedan trazas de esa crianza en comunidad. Si las observas, están ahí. Y me impuse una misión de rescate: localizar esas trazas para poder ponerlas en práctica en 2025. En Holanda, por ejemplo, existe una tradición que se llama the forest dropping. Consiste en que los padres dejan solos a sus hijos, de entre 10 y 12 años, en el bosque, con una linterna y algo de comer, y el fin es encontrar el camino a casa. Lo hacen cada verano y es una tradición llena de amor. Para mí fue sorprendente y, como hago siempre, intenté probar la tradición con mis hijos. Y aunque no les llevé al bosque, tienen cinco y siete años, sí intenté darles más independencia y libertad en el vecindario y les dejé montar solos en bicicleta. No muy lejos de casa, a una distancia razonable para verles. Pero un día un policía les vio y me dijo: “No está bien que los niños monten en bicicleta sin supervisión. No es seguro”. Fracasé. ¿Entonces cómo puedo hacer para que todos se sientan seguros y yo no parezca loca? Y la conclusión volvió a ser la misma: lo tenemos que hacer juntos, en comunidad.

P. Pero parece que los padres y madres están más asustados ahora, ¿cómo se puede trabajar esa emoción?

R. El mensaje que aprendí de los holandeses es que para criar no tienes que tener miedo, tienes que estar preparado. ¿Cómo se prepara a tus hijos? Pues les enseñas a saber cómo llegar a casa, cómo pedir ayuda si la necesitan o cómo cruzar la calle de forma segura… Pero es muy difícil que una persona cambie esta cultura del miedo, hay que hacerlo con más gente. Y entonces cuando hablo con los padres les digo: “Todos tenemos miedo, pero algo tiene que cambiar. Todos estamos cansados, estamos preocupados, porque vemos la falta de independencia y libertad de nuestros hijos, incluso en los adolescentes que hacen muy pocas cosas por sí mismos”. Y protegemos, protegemos, y cuando no estemos ellos no sabrán hacer nada. Lo que estamos haciendo ahora no está funcionando. Y realmente veo la necesidad de comunidad para afrontar todo esto mejor juntos.

"Todos tenemos miedo. Todos estamos cansados, estamos preocupados, porque vemos la falta de independencia y libertad de nuestros hijos", explica la periodista Marina Lopes.

P. ¿Podría poner otro ejemplo de modelo de crianza que le sorprendiera de algún otro país?

R. En Mozambique, debido a que el país ha tenido muchas dificultades —es uno de los más pobres del mundo, con una de las tasas más altas de sida, y tuvo una guerra civil durante mucho tiempo—, las conexiones familiares, los lazos de sangre como madre, padre o abuela, no son tan importantes como los vecinos. Las personas que te cuidan son tus vecinos. Y es muy interesante. Allí a una vecina la llamas “mamá”. Me sorprendió mucho este nivel de comunidad que han establecido en su vida cotidiana. Cuando necesitas ayuda Mozambique, hay 30 vecinos a los que puedes llamar.

P. ¿Y cómo es hacer esto en Estados Unidos, como se crea una comunidad en un país tan individualista?

R. Nos volvimos de Singapur hace un año y decidí que quería crear una comunidad tipo Mozambique en Washington. Lo primero que aprendí allí fue que tienes que salir de tu casa. Empecé a usar mi jardín delantero para que los niños jugaran. Puse un columpio y mi esposo y yo nos sentábamos afuera mientras mis hijos disfrutaban. Y, poco a poco, empezamos a ver vecinos paseando a sus perros y a otros niños y los invitábamos a participar y me presentaba y les decía: “Estamos abiertos a socializar y queremos ayudar”. Y lo he conseguido. He generado una comunidad. Ha pasado mucho más rápido de lo que esperaba. Y era necesario porque en EE UU tenemos mucho miedo de pedir ayuda y muchas personas están en sus casas deseando tener una comunidad.

P. No sé si vio en las noticias el apagón total que sucedió en España el pasado lunes 28 de abril, pero fue una situación que despertó el instinto de comunidad en muchos, ¿es esto normal?

R. Somos animales sociales y eventos como un apagón nos obligan a salir de este mundo solitario que hemos construido. Romper esas paredes por un momento. Pero si podemos hacerlo durante un apagón, podemos hacerlo todos los días. Solo requiere un poco más de intención. Porque, como se puede ver durante una emergencia, la gente se ayuda. Creo que muchas veces pensamos que el mundo es un lugar cruel donde todos se preocupan solo por sí mismos. Pero yo he visto que lo contrario también es cierto. En país tras país, la gente necesita ayuda.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.
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