Stephen Miller, el ‘general’ de la guerra de Trump contra los migrantes
El asesor acumula más poder en la segunda vuelta de Donald Trump en la Casa Blanca y vindica la agenda de inmigración como tema de seguridad nacional


Stephen Miller ha abandonado las sombras entre las que operaba en el primer Gobierno de Donald Trump. El poderoso asesor del presidente ocupa ahora, tras su regreso a Washington, un destacado espacio bajo los reflectores. Es, junto a Susie Wiles, la jefa de Gabinete, uno de los pocos funcionarios que ven casi a diario al mandatario dentro del Despacho Oval. En la sorprendente rueda de prensa que Elon Musk dio en la oficina el 11 de enero, ahí estaba Miller, vestido con traje, camisa y corbata grises, debajo del retrato de George Washington. En el cuadro aparecía en los márgenes laterales, pero su influencia y pensamiento se han colado al primer plano de la istración. En la guerra que Trump ha declarado contra los migrantes, Miller es el estratega en la ofensiva.
En su segundo acto en la Casa Blanca, Miller, de 39 años, ha ganado poder gracias a su misión, la de supervisar la política pública y asesorar al presidente en materia de seguridad nacional. “Son dos roles clave”, asegura al teléfono Andrew Selee, presidente del think tank Migration Policy. “Lo que le daba influencia la vez pasada era su cercanía con Trump, pero ahora puede coordinar el proceso de las agencias que se encargan de migración y seguridad”.
Miller, nacido en la progresista ciudad de Santa Mónica, al noroeste de Los Ángeles, fue el cerebro de algunas medidas que marcaron la caótica primera presidencia de Trump. A él se debe la política de Tolerancia Cero en la frontera, que se tradujo en la separación de 3.000 niños de sus familias. Esta cruel iniciativa de 2018, pensada para desincentivar los cruces irregulares, fue frenada cuando Ivanka Trump se lo pidió a su padre tras el escándalo de la opinión pública. “De haber sido por Miller y el fiscal general Jeff Sessions y sus aliados, habrían sido decenas de miles las familias separadas”, escribió el periodista Jacob Soboroff en su libro Separados (2020).
El leal Miller vuelve al lado de Trump. Ahora sus responsabilidades van más allá que las de escribir los discursos de campaña, como hizo el año pasado. Se ha convertido en un arquitecto del Poder Ejecutivo. “La gente que está manejando el día a día de los secretarios, los encargados de agencias que están actuando mientras no haya confirmación del Senado, son personas a las que ha ido cultivando y preparando los últimos cuatro años”, dice Selee. “Ha dedicado este tiempo a crear un ejército leal a Trump”.
Parte de esa red ha sido tejida desde America First Legal, una organización conservadora fundada por Miller y su socio, Gene Hamilton, un abogado que litigó en defensa de las políticas de Trump durante el primer mandato. Miller fundó el grupo dos meses después de haber abandonado la Casa Blanca en 2021. America First Legal se convirtió durante el Gobierno de Joe Biden en una de las primeras opciones de los gobernadores republicanos para librar la guerra cultural en los tribunales.
“Durante los primeros años de Trump hubo mucho resentimiento y frustración con los abogados progresistas y los fiscales demócratas, y en especial con la Unión Americana de Libertades Civiles, que bloqueaban a través de demandas sus peores iniciativas, y la idea de Miller fue crear su equivalente de derechas. Se hizo indispensable en la causa trumpista elevando el valor de sus acciones en el movimiento”, cuenta por teléfono Jonathan Blitzer, periodista de The New Yorker y autor de Everyone Who is Gone is Here (Todos los que se fueron están aquí, 2024), un libro que repasa cómo la política de Washington de las últimas décadas ha moldeado la crisis migratoria de Centroamérica.
America First Legal se ha convertido en un referente dentro del mundo conservador estadounidense. Representó a Texas en su litigio contra Biden para mantener cerrada la frontera. Acusó a empresas como Disney y Nike de discriminar a hombres blancos. Emprendió acciones legales en contra del Gobierno federal por la financiación de programas científicos de tendencia “neomarxista” y basados en criterios de diversidad, igualdad e inclusión. Todo esto a pesar de que Miller no es abogado, sino que estudió Filosofía en la Universidad de Duke, donde ya argumentaba en el diario estudiantil que los valores y principios de la derecha estaban bajo un “ataque sin precedentes”.
Miller estuvo expuesto a esta idea desde muy joven. Es el segundo hijo de una acomodada familia judía formada por su madre, Miriam, una trabajadora social, y su padre, Michael, un abogado de bienes raíces con abiertas simpatías con el sionismo y con el Partido Republicano de Reagan. Jean Guerrerro, la biógrafa de Miller, recuerda en Hatemonger (incitador al odio, 2020) cómo quedó fascinado en su juventud por los libros de Rush Limbaugh, el incendiario comentarista de derechas de los años noventa al que Trump condecoró en 2021, poco antes de su muerte. En The Way Thing Ought to Be (la manera en la que uno debería ser, 1992), Miller encontró “una revelación” en cada página. Limbaugh criticaba el multiculturalismo, cargaba contra el feminismo acuñando el término feminazi e invitaba a los hombres blancos a no achicarse en un mundo más diverso.
La llamada surtió efecto en Miller. En su juventud rompió la relación con un amigo cercano de la secundaria, Jason Islas, por ser latino. En el instituto, se quejó a las autoridades de su escuela en Santa Mónica por la financiación que recibía un grupo de estudiantes chicanos. También acusó a sus profesores de castigarlo por los ideales de derechas que exponía en sus ensayos. En una ocasión invitó a su colegio a Larry Elder, un tertuliano afroamericano de la derecha más dura, quien cree que no debería haber salario mínimo y que el cambio climático no existe. Elder, apoyado por Trump, fue candidato al gobierno de California en 2021.
Pero Miller encontró en 2015 el público que encontraba para sus ideas. Fue entonces cuando pudo conquistar al establishment republicano, justo cuando el partido se hizo del control del Senado. Miller fue coautor de un documento de 23 páginas con el que el senador por Alabama, Jeff Sessions, invitaba a sus correligionarios a ser más agresivos y no temer escorarse a la derecha más dura. Ofrecía un tema para encabezar la cruzada: la inmigración ilegal. “Pocos temas motivan al electorado de forma tan fuerte y apasionada”, señalan en el texto.
El documento puede tener una década, pero sigue siendo la hoja de ruta esencial del trumpismo. Aboga por la necesidad de incrementar las deportaciones, decretar el fin de la amnistía para millones de indocumentados que forman parte de la economía y por dejar de liberar en el país a quienes son aprehendidos en la frontera. También solicita la reducción del número de visados H-1B para trabajadores extranjeros calificados. Esto provocó el primer cisma dentro del Ejecutivo, pues Elon Musk, quien se benefició de estos visados y los usa en sus empresas, consideró que la cifra de estos permisos de trabajo no debía modificarse. Trump le dio la razón, venciendo al bloque ultranacionalista de Miller y Steve Bannon.
Blitzer recuerda que en el primer Gobierno de Trump fueron otras figuras del Gabinete las que sirvieron de cortafuegos a las políticas radicales impulsadas por Miller. “Ya no queda casi nadie alrededor del presidente que pueda contrarrestarlo o que ofrezca otra visión del mundo”, señala. Lo más grave es el giro de la opinión pública, algo que puede cambiar tras los excesos de las deportaciones a El Salvador. “Hay un sentimiento entre los demócratas de que han sido derrotados en este tema, la necesidad de aceptar la derrota y resignarse al hecho de que la visión de Trump sobre la inmigración se ha impuesto en partes claves de la sociedad. Es una reivindicación para Miller, quien siente ahora que tiene un mandato que no existía durante la primera istración”.
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