Mayice Studio, cómo hacer luz sin bombillas
Imanol Calderón y Marta Alonso se conocieron estudiando Arquitectura y en 2013 crearon Mayice Studio. Juntos han proyectado espacios y diseñado alfombras, muebles o luminarias codiciadas por Rossana Orlandi y Pedro Almodóvar. “Nos gusta jugar con la luz”, aseguran


“Todo en esta casa se puede mover, cambiar de función en cualquier momento”, dicen Marta Alonso Yebra e Imanol Calderón Elósegui. Llevan en esa vivienda polivalente y mutante desde 2018; llegaron a la zona de la estación madrileña de Príncipe Pío cuando aún no estaba tan demandada como ahora, y establecieron allí, en un piso con balcones de forja, su vivienda-estudio. Aunque son arquitectos, no hicieron reforma, pero su sello se nota en cada esquina: entre libros, discos, ordenadores y recuerdos de viajes se reparten las luminarias, alfombras y muebles que han diseñado.

La pareja se conoció estudiando la carrera en Madrid. Los dos tienen 45 años y vienen del norte: ella nació en Ponferrada y creció entre tierras asturianas y leonesas, él vivió siempre en San Sebastián. “Yo quería ser artista, trabajar con el paisaje o con el espacio, y mis padres, que eran profesores, me dejaron la libertad de intentarlo”, precisa Marta. Imanol se reconoce como “un diseñador frustrado” que se crio en una familia de aparejadores y arquitectos. Coincidieron en la Universidad Europea de Madrid en un momento efervescente: “Fuimos a más de 110 conferencias entre 1998 y 2005, eso ya no existe. Escuchabas a arquitectos, artistas, te animaban a descubrir bibliotecas de museos, vimos a Kazuyo Sejima, Theo Jansen, Fernando Márquez, director de El Croquis, nos daba Historia de la arquitectura... Tuvimos mucha suerte, había ganas de hacer las cosas bien”.

Cuando acabaron, él volvió a San Sebastián, y ella pasó por el estudio de Enric Ruiz-Geli en Barcelona y conoció por dentro el gigante arquitectónico Herzog & de Meuron con una beca en Suiza. “Fue una experiencia un poco agridulce”, ite, “porque venía de un mundo de libertad y esa era una empresa muy grande y estructurada”. De vuelta a España, en ese periodo de crisis iniciado en 2008 que afectó de lleno a la arquitectura, se lanzaron a emprender y así, en 2013, surgió Mayice Studio. Decidieron que no llevara sus apellidos, la palabra nació de juntar sus iniciales, y su primer diseño fue Zoo, un mueble multifuncional de madera: en forma de zeta, servía como taburete, mesita, estantería apilable... “Fue muy naíf, pero aprendimos mucho sobre dimensiones, transporte, trabajar con artesanos...”, enumera Imanol.

“Aquí no se entiende el prototipado, cuando llegas a la industria tienes que fabricar mínimo 100 o 200 piezas, y nosotros no podíamos trabajar así. O lo haces con tus propias manos, como los makers que surgieron en Brooklyn y en Holanda, o trabajas con artesanos, que fue nuestro camino aunque no es fácil, les llegan tantas propuestas que tienen que elegir ellos”, argumenta Marta. Opina que se debería impulsar la formación en estos oficios, “que la gente se entere de que es un negocio y que da mucho dinero, los artesanos en Japón son dioses, en Francia son como patrimonio nacional... En España habría que potenciar la artesanía”.

Poco a poco, ella comenzó a experimentar con la luz y sus reflejos en los espacios, primero con metacrilato y gelatina, luego con sirope hidrogenado, con cristal, y de esos juegos surgió una colaboración con la Real Fábrica de Cristales de La Granja que les abrió muchas puertas: trabajaron con sus artesanos, rescataron moldes antiguos con los que se inició un proceso de catalogación, que ya suma 500 referencias y aspira a llegar a 4.000, y crearon 13 piezas fruto de la arqueología industrial y la visión contemporánea. Con ellas, llegaron a seducir tanto al cineasta Pedro Almodóvar como a la gurú del diseño Rossana Orlandi, que en 2018 presentó en su espacio milanés otra de las creaciones de Mayice, llamada Filamento. “Cuando trabajas con los artesanos entiendes el material”, subraya Imanol, “en la Real Fábrica estuvimos seis meses y así descubrimos cómo tratar el cristal”.

Ahora ha llegado el turno del metal, acaban de presentar en Euroluce —el gran foro del sector de la iluminación celebrado dentro del Salone del Mobile de Milán— una colección de acero para la firma veneciana Leucos. En ella continúan explorando las señas de identidad de sus luminarias: los reflejos de la luz en la pared y la ausencia de bombillas. “Nos gusta jugar con la luz, que la pieza te haga preguntas, que veas efectos, que no sea solo una fuente de luz, sino que diga algo más”, apunta él. “Trabajamos con la luz, modulamos cómo se controla desde la tecnología, cómo rebota. En nuestras luminarias nunca vemos la bombilla”, añade ella. Constatan que cada vez hay más interés por esos detalles. “En España, como estamos en la calle todo el día, no prestamos tanta atención como en otros países, pero después de la pandemia ha cambiado, la gente se dio cuenta ahí del horror de la iluminación que tenía, fue un antes y un después”, subraya Marta.
Aunque diseñan muchos objetos, no dejan de lado la arquitectura; ahora están enfrascados en una vivienda privada y en 2018 realizaron la reforma de la tienda multimarca madrileña Sportivo. El local estaba en un edificio de 1900 y había sido antes un garaje de motos: “Todo lo que existía allí se reutilizó. Intentamos mantener la esencia del lugar y de los materiales, así el espacio tiene más personalidad”. Su inspiración, sostienen, siempre parte de conceptos abstractos y de la materia. “No nos viene de diseñadores, porque eso te puede contaminar, condicionar lo que haces, sino de la música, de un viaje...”, precisa Imanol. “Y de analizar cómo trabajan la materia los maestros”, añade Marta, “todo está en la observación. Vico Magistretti decía que hay que ver las cosas usuales con ojos inusuales. Y ahí salen las ideas”.

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